Ni es cielo ni es azul
Avelino Oreiro
Se adelantó el invierno
Ilusionado, revitalizado, rejuvenecido, extasiado, alborotado, Francisco Camps, Camps, qué apellido tan valenciano, qué perfil tan abolengo, le sentaban tan bien aquellos trajes de sus entretelas. Camps, Francisco, no comprende que la política es el arte de usar a una persona, lanzarle perros furiosos justicieros que lo devoran y luego tirar los despojos al pozo del olvido. Asesores, ministros, presidentes de comunidad, presidentes de partido, hombres para todo, alcaldes, alcaldesas, concejales, todos terminan en un callejón sin salida, expurgados del sabio proceder de los únicos que llegan a la cúspide. La cúspide es ser presidente del país. Entonces ya con cuadro realizado por pintor de cámara, pese a haber culminado todo tipo de fechorías o pecados in vigilando, son retratados egregios para la posteridad. El resto se tiran todos a la basura del olvido. Nunca olvidamos a los presidentes del país. Incluso se los hacen aprender a los párvulos, todos nos los sabemos de memoria, como los reyes godos de la actualidad, Suárez, González, Aznar, Zapatero, Rajoy, Sánchez (siempre nos olvidamos del efímero Calvo Sotelo). El resto van al purgatorio de almas olvidadas, muchos de ellos con la cadena y el sambenito, capirote y burlas, de haber sido condenados por la Inquisición moderna. Han tenido que pasear con los hábitos, da igual el partido, la ideología y al final qué más da si inmaculado por absuelto recites en los micrófonos de una conocida emisora de radio que quieres volver por tus fueros, con la misma ilusión de hace veinte años, sólo que con otros trajes, a liderar tu prole, que anda descarriada, el rebaño, en general todo es rebaño, electores y elegibles, todos pastan de la misma hierba televisiva. Pero tú, oh ave fénix que ya eres puro, Camps, tan valenciano, rezuma ganas y vitalidad, por España, por España, qué será eso, España es una unidad de destino en una novela de Kafka, un sainete de Arniches, una zarzuela de Chapí, un cartel de toros a medio despegar del muro de las lamentaciones, Camps, Camps, qué valenciano, vuelve, quiere volver, para irse de nuevo con la maleta llena de sentencias favorables, de pensión en pensión, de emisora en emisora. Ve a las radios incorruptas pero por favor no vayas a la televisión pestilente. Camps, suena a falla y paella. Haz tu última mascletá y ya convertido en humo, queda para siempre en el aire, etéreo en la memoria.
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