El viento no puede con las ganas de los cofrades
Túnicas y vestidos de las mantillas pelean contra el aire por mantener la sobriedad · La Semana Santa encanta a los niños
Hace viento. A veces, el cielo se nubla, otras se abre y aparecen algunos rayos de sol. Pero nada de esto podrá con ellos. Llevan todo un año preparando las salidas procesionales. Las imágenes esperan en sus templos o Casas de Hermandad el momento de que suene el llamador. Las flores, blancas o rojas, con fuerza, adornan cada uno de los tronos.
Pequeñas almas inquietas, que corren por la calle, guardan silencio ante el paso del Señor y la Virgen, en sus múltiples advocaciones, pero siempre el mismo. Juegan, observan las velas consumirse lentamente en manos de los penitentes y hablan entre ellos y con sus padres. La calle está llena de gente. Normalmente no tienen prisa, porque la Semana Santa juega con periodos de calma, pero también hay momentos en los que intentar buscar una salida en el maremagnum de tribunas se convierte en misión imposible.
Huele a incienso. En el aire y en las camisas. Un recuerdo de unos días de recogimiento y oración que nadie quiere perderse. Ni en la calle ni en su casa, aprovechando las retransmisiones televisivas. Pero, ¡a la calle!, niños y mayores preparan la salida del día siguiente. Los hermanos cofrades corren, queda poco. Ya casi suena el llamador. Es la magia de las procesiones, de los cirios y la penitencia.
Un año entero pasando hacia atrás las hojas del calendario para volver a escuchar las cornetas y tambores. Llega el momento. Marchas y sonidos característicos de estos días. De los que quedan por llegar. A lo lejos, la luna llena dando más vida al paso del Señor. Silencio, silencio, silencio...
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