UD Almería I Girona FC I La crónica

El Almería tiene el final previsto (1-2)

  • Un desastroso comienzo, un juego basado exclusivamente en la inspiración de Darwin y unos jugadores mareados de tanto cambio de técnico, no dan para aspirar a Primera

  • Francisco, toda la temporada sin equipo, demuestra cómo trabaja colectivamente un equipo

  • Minuto a minuto

Celebración del 0-1.

Celebración del 0-1. / Javier Alonso

Remontar o remontar, no le quedaba otra al Almería. Después de un mal final de temporada y un partido de ida en Montilivi que dejó mucho que desear, los rojiblancos tenían que levantar un 1-0 en el Estadio de los Juegos Mediterráneos. Vacío, como desde que se reanudó el campeonato, pero con el eco de los aficionados que despidieron a los jugadores a la salida del hotel.

Pese a los últimos sinsabores, la afición volvía a estar ilusionada como pedía José Gomes. Ésta había puesto su granito de arena, ahora faltaba que los rojiblancos, que salieron con un once mucho más reconocible que el del pasado jueves, fueran capaces de completar la labor que tanto se habían complicado.

Ni 5 minutos le duró al Almería toda la ilusión, todas las ganas, todas las esperanzas puestas en el partido. A los 3 minutos Gumbau ya había estado a punto de batir a Sivera, con un balón muerto en la frontal del área que chutó con total libertad. Acto seguido, en el saque de esquina provocado por esa jugada, Samu volvió a coger un balón solo, sin nadie que le encimara nuevamente en la frotal, y 0-1.

Tres goles hacían falta para remontar esto, tiempo había de sobra, lo que lleva faltando prácticamente desde que se fue Pedro Emanuel es fútbol. Al Almería se le ven todas las costuras desde que al portugués lo cesaron sin motivo alguno, los jugadores que tanto revuelo levantaron en verano e invierno hace tiempo que rinden muy por debajo de sus posibilidades y así es una quimera subir a Primera División. Una buena enseñanza para cualquier equipo, que suele ser difícil que aprenda quien basa todo en los petrodólares.

A los 13 minutos de partido, con una ventaja fundamental para un Girona que sólo había encajado cuatro goles desde que llegara Francisco, algunos jugadores del Almería empezaron a despertarse. Algunos, no todos. De hecho, Gomes pedía al equipo que se adelantara para presionar. Lo intentaron Juan Muñoz y Darwin con disparos lejanos sin mayor peligro. No había juego, sólo esperar alguna individualidad.

Darwin, el único diferente

A los 21 minutos Samu pudo haber puesto el punto y final. Con el Almería volcado, un error defensivo en la entrega (¡cuántos irán!) provocó una contra que el exrojiblanco falló una vez regateado Sivera. De lo que pudo ser a lo que fue, gracias a Darwin, el que más amor propio tiene. Buena carrera del uruguayo, que va arrastrando rivales y le pone el balón a Lazo, que se saca un buen derechazo para empatar. Media hora de encuentro y un rayo de luz en el horizonte.

Juan Muñoz recoge el balón después del 1-1. Juan Muñoz recoge el balón después del 1-1.

Juan Muñoz recoge el balón después del 1-1. / Javier Alonso

Con el 1-1, el Almería apretó. Sin demasiadas ocasiones, necesitado de otra individualidad como las que sólo hace Darwin desde hace muchas jornadas. El problema es que el uruguayo está demasiado tapado y Corpas y Lazo, a los que se les pide que encaren y se marchen, apenas lo hacen. Sivera, a falta de dos minutos para el descanso, sacó un mano a mano ante Stuani para enmedar el falló del primer gol. El mayor dominio territorial rojiblanco tenía su réplica en ocasiones clarísimas y desaprovechadas por parte visitante.

Faltaban 45 minutos y al Almería le hacían falta mínimo dos goles. Se esperaba y se necesitaba una salida en tromba, todo lo contrario que en la primera parte y el equipo volvió a decepcionar. Sivera, con una gran manopla, evitó un nuevo tanto gerundense al minuto de la reanudación. Podía pasar de todo, porque el fútbol no es una ciencia, pero el Girona estaba comprando más papeletas para sentenciar.

Remate en el primer palo. Remate en el primer palo.

Remate en el primer palo. / Javier Alonso

El partido pedía a gritos a Appiah, a alguien que desboradara y se marcara. Sólo Darwin lo lograba pero eso implicaba que nadie hubiera en zona de remate. Quedaban 25 minutos y todo el trabajo ofensivo rojiblanco en la segunda parte había sido un lanzamiento lejano de Lazo.

Entró el inglés en el juego, pero nada cambió la situación. El partido lo tenía bien controlado el Girona, un equipo (y el de Francisco lo es) siempre es mejor que un conjunto de individualidades. Quedaba esperar balones colgados, ramalazos de orgullo, pero el Almería ya no daba ni para eso, bien porque no podía, bien por el absurdo de darle mil toques al balón, aunque no seas capaz ni de pasar del centro del campo con la posesión.

Pasó lo esperado, la sentencia del Girona. Merecida, que es lo peor. Golazo por una gran jugada colectiva, puesta por Samu y embocada por Stuani, de las que e Almería no hace desde... Punto y final. El Almería había ido desaprovechado una ocasión tras otra durante la temporada regular y en el play off ha sido bastante inferior. Por desgracia, lo previsto. El proyecto de Turki fracasa en su primer año.

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