El personaje

Adolfo Hurtado: "El campo te obliga a darle vueltas a la cabeza"

Adolfo Hurtado, exagricultor. Adolfo Hurtado, exagricultor.

Adolfo Hurtado, exagricultor. / Javier Alonso

Escrito por

Carlos Javier Lillo

Dicen que los hermanos comparten muchas cosas pero no es tan habitual que tengan la misma vocación por una materia que, además, ha sido su modo de vida. Adolfo va de vez en cuando, siempre que tiene un rato libre, a la finca en la que Paco es dueño y señor. Juntos contemplan la vida a través de un campo que es su manera de ser, su pasión. Hablar con Adolfo es realizar una aproximación muy detallada a esa pregunta tantas veces repetida que es, “¿de dónde venimos?”. Una cuestión que nos ayuda a explicar la realidad agrícola de nuestros días y por qué Almería es un referente en el agro europeo. Lo es, entre otros, gracias a gente trabajadora como Adolfo.

–¿Usted viene a acompañar a su hermano aquí a la finca que tiene?–Sí, vengo de vez en cuando a hacerle una ‘visitica’. A los que nos gusta el campo, siempre estamos aquí enganchados con él.

–Veo que le gusta bastante el campo, lo lleva en la sangre. ¿Se ha dedicado a ello a lo largo de su vida?–Yo he tenido tierras toda mi vida pero hace ya unos años que no las tengo. Ahora solo vengo a ver las de mi hermano aquí. Yo las tenía por Roquetas, que es donde vivo desde hace muchos años. Cuando puedo, me vengo con él por las mañanas y echamos el día en el campo. Me gustaría ayudar en todo lo que pudiera pero ya solo vengo de visita. Yo le oriento con algunas cosas para que luego se las diga a su equipo. Estoy para lo que él necesite.

–Habla de “toda una vida” dedicada a la agricultura pero eso en cuántos años se traduce. Imagino que no serán pocos dedicados en cuerpo y alma al campo–Uf, la verdad es que no sabría decirte cuántos años exactos he estado. Yo he estado dedicado a esto toda la vida. Empecé con ocho o nueve años, era un niño. Ha sido toda la vida, desde que yo tengo uso de razón he estado en el campo. Con ocho o nueve años, iba al colegio, salía y me iba andando a por la comida, comía con mis padres que estaban trabajando en el campo y me volvía a la escuela, porque las clases volvían a empezar a las tres de la tarde. Con esa edad ya estaba dedicado a esto. Iba a “buscar hierba”, como yo le digo, para los animales y echaba una mano a mis padres mientras ellos trabajaban.

–Entonces esto es herencia familiar, está en su ADN desde el momento en el que nació–Claro que sí, esto es lo que hemos vivido nosotros desde pequeños, es herencia familiar como dices. Esto ha sido nuestra vida desde que nacimos. Nosotros hemos vivido de ello y bueno, es una cosa de lo que llevas en los genes. Ver una plantación o una innovación como la que hay aquí con las pitayas o con las pencas que estamos cultivando pues te emociona mucho. Contemplar cómo está todo esto nos gusta mucho, si te digo la verdad. Pero aparte de eso, yo tengo que decirte que he sido siempre un poco innovador en mi carrera.

–Ah, ¿sí?–Sí, es que cuando no había nada, tenía uno que ponerse a pensar. Antes la gente cogía los frutos en cestas, eso lo hacía todo el mundo al principio, hace muchos años, y yo fui el que inventó en el sector lo del carro para recoger frutos.

–Cuénteme más–Bueno, es que te vuelvo a decir que yo fui el que lo inventé. Eso fue porque estábamos en la ‘aldeilla’ con mi amigo Manolo y yo le dije que quería una cosa que había por allí. Me fui a un hombre y le dije “ponlo en el punto de soldadura, donde yo te diga” y de ahí sacamos el carro. A los cuatro días estaba la puerta llena de carros para el campo pero yo fui el primero que lo puede decir.

–Una carrera inventora que arrancó bien, ¿hubo más innovaciones?–Claro, luego inventé la máquina de hilos. Eso tuvo que ser por el año setenta, de esa época te estoy hablando. A inicios de esa década fue. A mi me ha tocado dejar atrás una agricultura antigua para dar paso a los nuevos cambios. Mi generación ha tenido que empezar a innovar, por ejemplo, con el riego por goteo o comenzar con el uso de los plásticos, los invernaderos. Todo eso es de mi generación, de mi época. Y te voy a decir una cosa.

–Dígame–A mi esto en su momento me costó una pelea con mi hermano que todavía la recuerdo.

–¿Por qué?–Me costó una pelea con mi hermano, que era mayor que yo, porque si estaban echando el plástico, yo me ponía con una caña para pinchar el invernadero por debajo para que saliese el agua. Tengo que decir que sin carnet ni nada, pero mi cabeza me daba vueltas y cogí la furgoneta y me fui a un taller que había allí, estaba a la entrada del pueblo, y le pedí un taladro.

–¿Para qué?–Pues lo primero que me dijo fue “tu padre te mata”. Solo te digo eso. Por lo que le iba a hacer al plástico. Me lo dijo varias veces pero yo le volví a decir “dame un taladro”. Y me lo dio. Me volví al campo y taladré dos bobinas. Sí, las taladré. Y es verdad que cuando llegué, casi me matan. Yo les dije “bueno, vamos a echarlo, vamos a ver”. A los cuatro días empezó la gente a pasarse por allí y a ver qué pasaba con lo que había hecho. Querían ver el plástico pinchado con un palo y luego ya de pincharlo con la caña se quitó atrás. Eso también lo saqué yo. Me ha tocado vivir a lo largo de mi vida una innovación constante.

–Se le podría catalogar de pionero en la agricultura almeriense en ese caso–Siempre he vivido con nuevas innovaciones al igual que hoy en día hay chavales más jóvenes que van sacando nuevas cosas porque del campo se aprende.

–¿Qué se puede aprender?–De todo. Una persona podrá estudiar mucho pero yo siempre digo que la necesidad te obliga a pensar. Cuando no tienes cómo hacerlo, le tienes que dar vueltas a la cabeza. Yo por eso sé hacerlo todo en el campo, desde cómo se hace un invernadero, cómo se cultivaba antes, de hacer todo lo posible, montar un cabezal porque yo lo he vivido, porque me ha tocado hacerlo todo. A mi me ha tocado la innovación del campo en mi edad y ha cambiado todo muy rápido.

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