Callejero

Almería sí homenajea a Gravina con una calle

  • El nombre de la calle, que esta semana ha saltado a la fama por su falsa reminiscencia franquista, está en el callejero almeriense desde mediados del siglo XIX

El Patrón de Almería por la calle Gravina

El Patrón de Almería por la calle Gravina

Calle Gravina. Esta semana, una vía pública ha sido la más famosa en los callejeros españoles: la de Gravina. La decisión municipal en Palma de Mallorca de retirar su placa por considerar “franquista” al marino y militar español, capitán general de la Real Armada, y nacido 136 años antes que Franco ha suscitado distintas y divertidas polémicas. Tanto, que ha convertido, junto a “Toledo” y “Churruca”, a Federico Carlos Gravina y Nápoli en el protagonista de las nomenclaturas de las calles.

Lo cierto es que Gravina es un apellido habitual en las guías de calles hispánicas. Sus gestas y muerte heroica en Trafalgar ya le concedieron, en Almería, el honor de dar nombre a distintas calzadas en la capital, Alhama, Adra o Roquetas de Mar.

En la capital, la calle se abrió a mediados XIX, después de desamortización de las huertas que eran propiedad de los padres dominicos.

Varias décadas antes de que naciera Franco, Almería ya había rotulado como Gravina la pequeña calle situada entre la Plazoleta de Santo Domingo y la calle Real. Justo en esa esquina, en 1865, existía una “histería” llamada “Del Granadino” que se anunciaba en la incipiente prensa local de “El Eco de Almería” como un establecimiento donde “se deshuesan y rellenan toda clase de aves, frutas y verduras y mechan pescados y se preparan a la bayonesa. Todo asado al horno. Se trabaja con mucho asco y puntualidad...” Este comercio luego se denominó “La Bilbaína”, especializado en ultramarinos, regentado por la familia Ruiz-Sánchez.

También se instalaron allí los hermanos Antonio y Ramón Valero Moreno con su papelería

Aún en el siglo XIX, la calle Gravina de Almería fue sometida a un proyecto de alineación de sus aceras con las de la Plaza anexa, gracias a una propuesta urbanística del alcalde accidental de la ciudad, Agustín de Burgos Cañizares. En 1902, la pequeña vía tenía un tránsito tan elevado de carros, mulos y peatones que fue pavimentada y adecentada y algunos militares eligieron residir en la calle, como el teniente coronel de caballería Gil Guerra Puerta, que murió, en el número 3, el 18 de abril de 1912.

Eran los albores del siglo XX, cuando en las casas de Gravina vivían empresarios y médicos, como el ginecólogo José Balboa Morales, que expiró el 10 de agosto de 1918. Cristóbal Romero Rivas era otro almeriense de Gravina, que en 1910 levantó la formidable vivienda que aún sigue en pie ocupada por Andrés Felices y María de los Ángeles Escobar y que la han convertido en un homenaje al Cristo de Medinaceli.

Luis Esteban Sánchez, Francisco Llorente, Diego Juan Alarcón o Manuel Ruiz Sánchez eran otros almerienses que residieron o trabajaron en la calle Gravina durante los primeros años del pasado siglo. En 1928 se ubicó en el número 2 la sede social de la sociedad de riegos “San Indalecio”. En 1930 se levantó un inmueble con nueve viviendas que hace esquina con la calle Real.

Famoso fue, antes de la Guerra Civil, el Instituto de Estudios Mercantiles (IDEM), que en el número 1 de la calle ofrecía cursos de matemáticas, magisterio, bachillerato y preparaba de mecanografía a opositores con las mismas máquinas de escribir –marca “Royal”- que tenía la Escuela de Comercio. En el año 1935, la academia ya disponía hasta de teléfono (el número 1497).

En el año 1935, la academia ya disponía hasta de teléfono (el número 1497)

Buena fama la que tenían los churros de la familia Navarro; negocio inaugarado en 1890 y que acercaba a la calle Gravina a decenas de clientes atrapados por el sabor de las porras calenticas. Antonio Navarro del Pino y María Isabel Martín Salinas regentaron el negocio hasta su cierre definitivo por culpa de la entrada en vigor del nuevo régimen de alquileres.

A mediados del siglo XX, la calzada seguía siendo un enlace rápido para llegar desde el Paseo al hospital Provincial, a la Catedral o al casco histórico. Eran los años en los que en la calle Gravina vivían o tenían negocios Miguel López y Amalia Granados Ruiz; Ana Viciana González; el abogado Antonio Navarro Gómez o Manuel Páez Montoya. Luego apareció el “Bazar Maya”; el comercio hindú de llianwardas Primalani Lokhr; la fábrica de perfumes “Florymar” de Juan Guirado o la peluquería de Antonio Díaz, cuando en 1959 regresó de Barcelona con nuevas ideas para el negocio. De la calle Gravina saltó al edificio “Géminis” en los altos de “Simago” en el Paseo.

También se instalaron allí los hermanos Antonio y Ramón Valero Moreno con su papelería, que hoy permanece abierta y dirigida por Pepe Manzano, hijo de su propietario desde los setenta. La sección de imprenta se la quedó un sobrino, Félix Moreno Valero, que se trasladó a la “Plaza del Lugarico.”

Por la recoleta calle Gravina han pasado negocios como el “Restaurante Portobello”, un estanco, la “Peletería Argentina”, la peluquería de señoras de Rafael Muñoz, tiendas de informática, la tienda de máquinas de escribir de Damián Benavides Díaz, la pastelería “Entre Dulces”, un laboratorio clínico, una asesoría, o la “Ferretería Virgen del Mar” de Félix, abierta en el local de un edificio de cuatro viviendas construido en 1981 y que también se denomina Gravina.  Ya más reciente, abrió un taller de costura, el negocio de bolsos y complementos “Mona moon” o “Troyus Informática”.  El nombre de calle que ha saltado a la fama en España, durante estos días, tiene en Almería una larga historia humana y comercial.

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