Coronavirus

Trapo y lejía, remedio casero y efectivo para el bus

  • En cada final de trayecto, Juan Francisco sube al autobús para combatir con su bayeta cualquier mínimo foco vírico

  • Durante todo el día se hace de forma manual y por la noche, en cocheras, una esterilización a fondo

Juan Francisco Pardo limpia un autobús.

Juan Francisco Pardo limpia un autobús.

El frotar se iba a acabar. Por lo menos así captaba nuestra atención el famoso anuncio de Detergente Wipp, en aquellos tiempos que parecen prehistóricos en los que la gente podía salir a la calle sin temor a que una partícula tan insignificante como es un coronavirus, tuviera asustada a tres cuartas partes de la humanidad.

Ha tenido que ser el coronavirus, con un diámetro aproximado de entre 0,6 y 1 micrómetro, el que ponga al ser humano en su sitio, en su justo sitio del proceso evolutivo. Las nuevas tecnologías, la construcción de grandes rascacielos, el fútbol. Por muy orgulloso que se sienta el hombre de sus creaciones, no hay nada a día de hoy que pueda con algo tan ancestral como es un virus. Bueno sí, puede vencerlo su propia biología, su sistema inmunitario si tiene alma batalladora. Por eso, a veces más vale ser cautos, echar mano de los remedios de la abuela y aprender.

Uno de estos recursos es coger el trapo y la lejía para una lucha a brazo partido con el principal enemigo de este año 2020. Claro está que las soluciones químicas pulverizadas que las Fuerzas Armadas están aplicando a grandes superficies, como calles, hospitales o residencias de mayores, son necesarias y muy útiles, pero en lo más cotidiano, como los autobuses, los portales o las estanterías de los supermecados, se necesita echar mano de algo más simple.

“Trapo y saliva”, cantaban los Looney Tunes en Space Jam, cuando se disponían a limpiar el gimnasio en el que iban a entrenar con Michael Jordan. El trapo sigue siendo útil y si la saliva se cambia por lejía rebajada con agua, tenemos el kit de limpieza necesario para que los autobuses de Almería capital estén lo más esterilizados posibles, dentro de las lógicas dificultades que existen para acabar con un contrincante que vive y usa como medio de transporte algo tan insignificante como son las gotas que se desprenden en un estornudo o un ataque de tos.

Limpieza del lector de tarjetas. Limpieza del lector de tarjetas.

Limpieza del lector de tarjetas.

Las puertas de La Salle y la Compañía de María son los puntos en lo que se producen los finales de trayecto de los autobuses urbanos de la capital. Allí, con su mono, sus guantes y por supuesto con su mascarilla, Juan Francisco Pardo espera paciente a la llegada del siguiente para subirse y tratar de eliminar cualquier rastro genético que pueda pulular con malas intenciones, por el interior de la cabina. Se sabe bien los horarios de cada línea, un pequeño cartón en el que tiene todo apuntado, le chiva si tiene que acercarse a Obispo Orberá, Gregorio Marañón o se espera en la marquesina de la Rambla.

Cuando los transeúntes se bajan, este operario de limpieza de Alsa, se sube y se afana en dejar pulcras las zonas más manoseadas del autobús. “Limpio la máquina por donde se pasan las tarjetas, los botones que se pulsan para solicitar las tarjetas, las barras donde se coge la gente, las cabeceras de los asientos...”, explica mientras frota con fuerza y sin descanso el vehículo de la línea 2, del que acaba de bajarse una mujer y en el que espera para subirse otra, que le agradece la labor, al igual que el conductor.

Es una forma casera de hacerla, como toda la vida se han esterilizado las casas, pero que bien vale para luchar contra esta pandemia. Eso sí, por la noche llega el batallón de ayuda. “Siempre los hemos limpiado y desinfectado cuando han llegado a la cochera tras la jornada de trabajo. Ahora lo hago yo de forma manual por la mañana, y por la noche seguimos el protocolo de limpieza establecido”, para que el coronavirus no viaje de forma gratuita por las carreteras urbanas.

Juan Francisco apunta el bus limpiado, ahora le toca el 20, uno de los que más usados, por lo que hay que sacar esplendor. Dobla bien su trapo y le da un fli-fli con esa mezcla de lejía y agua, que pone los ojos llorosos sólo del vapor que desprende. Este operario se nota fajado y no sufre con ello, empapa bien la fibra y vuelve a pasar ante la cabina del conductor, que utiliza una cinta policial para mantener la distancia de seguridad del camino que deben de seguir los usuarios de camino a sus asientos. “La afluencia ha caído mucho, hoy sólo he llevado a once pasajeros”, indica el chófer pasadas las cinco de la tarde de ayer. Juan Francisco corrobora sus palabras. “Es muy poca la gente que ves subidas a los autobuses y eso es bueno, se nota que en Almería estamos concienciados y nos estamos quedando en casa. Los más usados son los que vienen de la zona de La Cañada, El Alquián y El Toyo”, en los que se le va más tiempo para limpiar, además de abrir bien las ventanillas y oxigenar, otras de las medidas fundamentales para luchar contra el coronavirus y cualquier otro de sus primos, menos famosos, pero igual de dañino si pilla a los linfocitos del ser humano desprevenidos.

Nueva bajada a la acera. Momento también para la higiene personal. Quitarse los guantes y la mascarilla sin tocarse la piel es fundamental para no echar por tierra todo el trabajo de prevención hacia los demás. Solución hidroalcohólica para las manos, que toda prevención es poca. Un trago de agua, que el mercurio de los termómetros sube para los humanos y esperemos que también para los coronavirus. Una vez recuperadas las fuerzas, también se hace importante tener la moral de la tropa alta en este frente de batalla.

Juan Francisco lleva bien enumerados todos los autobuses limpiados. Juan Francisco lleva bien enumerados todos los autobuses limpiados.

Juan Francisco lleva bien enumerados todos los autobuses limpiados.

“Los conductores y nosotros nos conocemos, siempre nos deseamos ánimos y nos preguntamos cómo va todo. Igualmente, con los usuarios siempre nos intercambiamos algunas palabras y la Policía cada vez que nos ve nos dice si necesitamos algo. Estamos todos unidos”, indica Juan Francisco, mientras vuelve a colocarse con esmero la mascarilla y se dispone a coger su escudo y su espada, su trapo y su lejía.

Ya ven, si lo necesitan por trabajo o para comprar comida, pueden coger con tranquilidad el autobús. Si no, el mejor consejo es que se queden en su casa.

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