Los aplausos de las ocho: así se instauran las tradiciones
Coronavirus
En los balcones, terrazas y puertas se mezclan el agradecimiento a los héroes de estos días con unos minutos de necesaria y fluida tertulia vecinal
Como en el recreo del colegio cuando sonaba el pajarito (el timbre, la sirena..., vaya a usted a saber cómo lo llamaban en su colegio), un sonido de esos que llega hasta la última neurona del cerebro avisa que son las ocho de la tarde. El Resistiré del Dúo Dinámico, o cualquiera de las versiones modernas, también sirve de señal, todo va por barrios.
La cocinera deja la cena se queda a medio hacer, el deportista se libra de la última tanda de duras flexiones que estaba haciendo en el salón, el lector despierta de su burbuja en la que se veía entre Góngora y Quevedo, hasta el niño sale de su trance ante los videojuegos y ve la luz de la tarde por primera vez en veinte horas. Es la hora de los aplausos, de un momento de buenas intenciones ciudadanas, que se ha convertido en la vía de escape de la presión que se acumula entre cuatro paredes, un día, y otro, y otro, y otro...
Aplausos, silbidos de ánimo, gritos tales como “¡de ésta vamos a salir!”, altavoces a toda leche para animar al vecindario, el Himno de España o el de Andalucía, por supuesto el Resistiré por encima de todo... Pero también saludos, un “¿cómo estáis?” de corazón (no como los que habitualmente se dicen en un encuentro fortuito para salir mientras miras de reojo el reloj porque el autobús pasa), “¿qué has hecho hoy de comer?”, “¿has saltado hoy a la comba?”... Al final, el ser humano es social y como en la plaza, la peluquería o el parque, necesita foros donde intercambiar opiniones. Ahora se grita de balcón a balcón, con los últimos rayos de sol castigando los ojos.
Los sanitarios, agradecidos y reivindicativos
Las sanitarios sólo tienen palabras de agradecimiento para las muestras de cariño de la sociedad, puesto que se trata de un gesto espontáneo y de corazón. Sin embargo, tienen que reivindicar y deben de hacerlo. No quieren ser vistos como héroes sino como trabajadores que han hecho todo lo que está en su mano. Eso sí, han sido jugado siempre en inferioridad numérica por la falta de material sanitario. La sociedad entiende y hace suya esta reivindicación, es más, puso todo lo que estaba en su mano con la fabricación casera de mascarillas, pantallas...
Una tradición que comenzó en Italia y que España la adaptó como propia. Así se instauran las leyendas en los pueblos, cuando algo los golpea y sacan la raza, el orgullo. Ni política, ni fútbol, ni envidias, ni rencillas. Sencillamente agradecimiento verdadero para sanitarios, cajeros y reponedores, Fuerzas de Seguridad del Estado, agricultores... y un largo etcétera que no caerán en el olvido gracias a los libros de Historia que, faltaría más, incluirán estos aplausos de las ocho.
Ocho y cinco, vuelta a la aburrida rutina. ¿Saldremos mañana a la calle? De momento, a aplaudir, sí. Resistiremos.
Reacciones
Manuel Pardo (Vecino de Costacabana): “Me encanta que se visualice la labor de los sanitarios y pediría que no caigan en el olvido y se les siga apoyando y cuidando cuando todo esto pase. No obstante, creo que hay muchos héroes durante esta crisis, como pueden ser los cajeros de las tiendas, los reponedores, los agricultores...”.
Rafael Garay (Vecino de El Parador): “El salir a aplaudir me parece muy bien, ya que todos tenemos que apoyar a las personas que ahora mismo están jugándose su salud en sectores de riesgo. No sólo enfermeros y médicos, también la gente de los supermercados, transportes que son los que nos abastecen...”.
Saray Oña (Enfermera): “Se agradece muchísimo el cariño de la gente y que se valore el trabajo realizado, pero cierto que lo que realmente se necesita es que se luche por el no desmantelamien de la sanidad pública. No quiero ser una superheroina, soy una trabajadora que adora su trabajo y que asume el riesgo que corre todos los días”..
Verónica Tortosa (Enfermera): “Los aplausos te reconfortan mucho, estamos muy agradecidos, pero no somos héroes. Estamos encantados de nuestro trabajo y así lo hemos hecho. Pero necesitamos sentirnos seguros al trabajar, ha habido momentos en los que nos sentimos desamparados”.
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