La tribuna

Emilio Esteban Hanza

Santiago Matamoros: datos históricos

26 de enero 2015 - 01:00

NO es ningún secreto para los que me conocen en mi ya larga existencia octogenaria que la figura de Santiago Matamoros no es de mi especial predilección. Todo lo contrario. Como persona, como jurista y como cristiano me molestan las armas y, si en mis manos estuviera, las suprimiría radicalmente de la faz de la tierra. Comprendo que en la estructura actual del mundo, ello es imposible, es una utopía. Acepto, por ello, a los que por vocación siguen con honradez, dignidad y entrega esta profesión y, si la entrega lo es en grado máximo y heroico, los admiro. Pero si, al menos, congelaría la actual loca y ruinosa carrera armamentística mundial.

Resumiendo y centrándome, me produce rechazo la impactante figura de Santiago Matamoros en la que se resalta la espada haciendo estragos en las vidas de los adversarios. Coincido, pues, con un buen amigo - evito dar nombre, por respeto - que así lo proclamaba en este mismo diario (16-01-2015).

Interesado por el tema, antaño consulté historiadores de diversas épocas y tendencias. En síntesis, cuentan que en la batalla de CLAVIJO entre moros y cristianos, el Apóstol Santiago apareció, milagrosamente, montando un brioso caballo blanco con una espada ayudando a las huestes cristianas que vencieron en la contienda.

Hasta aquí lo general. Veamos antecedentes y circunstancias: Los árabes entraron en España, acaudillados por Tarick en el 711 y, tras su victoria en Guadalete ( debe llamarse del Río Barbate o de la Laguna de la Janda), extendieron su conquista de Sur a Norte ( omito explicar las ayudas a Tarick, batalla de Poitiers etc.). Los cristianos del Norte ofrecieron especial resistencia en Asturias y Cantabria, quedando línea fronteriza poco estable pues los árabes imponían su mayor poder invasivo. Y con su poderío impusieron a los reyes cristianos, si querían eludir el arrasamiento y saqueo de pueblos importantes, el pago de un tributo especial: la entrega de cien doncellas, de las que 50 debían ser hidalgas y 50 plebeyas. Y los cristianos amenazados venían pagando este vergonzoso tributo, que los jefes y tropas "sarracenas" destinaban a sus placeres carnales y, en menor medida, para "esposas", en el degradante "maridaje" que regía sus leyes.

Y así sucedió hasta que el Rey cristiano RAMIRO I se opuso a tan oprobiosa contribución lo que desencadenó el inmediato ataque árabe y la trascendental batalla de Clavijo el día 23 de mayo del 844. El Apóstol Santiago que, en la víspera, se había aparecido a Ramiro I anunciándole su participación en esta concreta y reivindicativa batalla, efectivamente compareció cabalgando en caballo blanco y blandiendo la espada que, como diría Alfonso el Sabio, contribuyó a la victoria cristiana con el " matamiento recíproco de omes". Y aquí quedó extirpado para siempre el tributo ignominioso de las cien doncellas.

Para unos estudiosos es historia pura (Fray Diego de Lugo, entre otros, la defiende rabiosamente); para otros es leyenda y para no pocos, parte de la una y de la otra. Algunos niegan solo la intervención de Santiago, y hay quien duda del lugar de Clavijo que trasladan a Albelda; y quien aun niega la intervención de Ramiro I. ( Como curiosidad, aparte, señalo que en el altorrelieve de Santiago Matamoros que preside la portada de la Iglesia de Santiago, la cabeza del guerrero no corresponde al Apóstol Santiago sino al Emperador Carlos V).

A un amigo, detractor del símbolo Santiago Matamoros, le conté el relato y me respondió ante alguno/a más presente: Si eso es historia y verdad, podría calificarse a Santiago de "reivindicador de los Derechos Humanos y defensor de la dignidad de la mujer". Ahí queda.

Mi criterio se acerca más a la leyenda, concretamente en cuanto a la participación de Santiago ( no he leído yo pronunciamiento oficial de la Iglesia aseverándolo; y sí que el cabildo de la catedral de Santiago acordó la retirada de la efigie de Santiago Guerrero a sustituir por otra de Santiago Peregrino). Entiendo que la representación de Matamoros responde, sin duda, a arcaicas ideas políticas, sociales y religiosas. Aparte la repulsa, veo, con el máximo agrado el presunto fin logrado en la batalla de Clavijo del cese del ominoso tributo humano.

En cualquier caso, creo, que son datos para provocar un abanico amplío de diversas y justificables opiniones e interpretaciones.

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