Observatorio

Bioeconomía: sostenibilidad, rentabilidad e independencia

  • PITA, Cajamar, Caparrós, Tecnova y la Universidad de Almería ponen en marcha Hort-Obser-TIC, el Observatorio Andaluz de Bioeconomía en la Industria Agroalimentaria

Irene Robles (PITA), Carolina Martínez (Tecnova), Juan Ignacio Rodríguez (Caparrós Nature), Alicia González (Fundación Cajamar) y Paco Egea (UAL) en la presentación del observatorio de bioeconomía

Irene Robles (PITA), Carolina Martínez (Tecnova), Juan Ignacio Rodríguez (Caparrós Nature), Alicia González (Fundación Cajamar) y Paco Egea (UAL) en la presentación del observatorio de bioeconomía / C. F. (Almería)

Numerosas empresas y entidades en Almería trabajan desde hace años en la bioeconomía sin estar bajo el paraguas de este concepto, que se popularizó en la primera década del siglo XXI a partir de su adopción por parte de la Unión Europea (UE) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) como marco para promover el uso de la biotecnología para desarrollar nuevos productos y mercados. En 2012 la UE aprobó una estrategia en este camino, que actualizaba en 2018, mientras la estrategia española con horizonte 2030 se publicaba en 2015, llegando este planteamiento también a la comunidad andaluza.

Ahora se da un paso más: ordenar lo que se está haciendo ya en Andalucía, intercambiar información y promover la bioeconomía por sus beneficios tanto para el medioambiente como para la economía. Con este objetivo nace Hort-Obser-TIC, el Observatorio Andaluz de Bioeconomía en la Industria Agroalimentaria, un proyecto para el que el Parque Científico-Tecnológico de Almería (PITA), la Fundación Cajamar, la Universidad de Almería, el Centro Tecnológico Tecnova y Caparros Nature han unido su saber en un grupo operativo. El proyecto, financiado por la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible, a través del Programa de Ayudas a Grupos Operativos de la Asociación Europea de Innovación (AEI) en materia de productividad y sostenibilidad agrícolas, contó con la resolución definitiva la pasada semana para una duración de dos años y, en primera fase, se centrará en el sector hortofrutícola.

El PITA acogía este jueves la presentación de este observatorio en la que los integrantes del grupo remarcaban la importancia de la bioeconomía. Carolina Martínez del CT Tecnova apuntaba, como impactos positivos de su implantación en las empresas de la industria auxiliar de la agricultura, la mejora de los procesos productivos, ya que se optimizarán los mismos y también en cuanto a la materia prima empleada, ya que las compañías podrán utilizar subproductos que hayan sido desarrollados en la misma empresa u en otra con lo que se fomenta la colaboración. “Por otro lado, la adquisición de materias primas a través de subproductos propiciará empresas más independientes de terceros países y esto les permitirá tener una ventaja competitiva respecto a su situación actual, puesto que podrán reducir costes de producción”. Como resultado Martínez señalaba que se mejorará la sostenibilidad de esos procesos productivos y la rentabilidad de los mismos. Como retos o necesidades para la implantación de la bioeconomía mencionaba la formación, la adaptación de los controles de calidad en las empresas, como consecuencia de la mejora de los procesos productivos, y fomentar algunas modificaciones en la legislación vigente.

Tecnova colabora actualmente con unas 300 empresas de la industria auxiliar del agro. Carolina Martínez señalaba que el centro lleva más de una década ejecutando proyectos en esta temática, así como ejemplo citaba Fertiplús que arrancaba en 2010 ejecutándose en 2011, centrado en biofertilizantes a partir de residuos orgánicos procedentes del sector agrícola, y que está continuando ahora con el proyecto Rustica, en mitad de su etapa de ejecución; también el proyecto Etnonatur, en el que se trabaja con larvas de insectos para la nutrición de cultivos hortícolas. “Ahora dentro del nuevo grupo operativo se pretende trabajar más a nivel transversal y global para ayudar a las empresas a dar un impulso en su proceso de implantación en la bioeconomía”.

Caparrós, otras de las firmas integrantes del grupo, hace años que también lleva en vena las bases de la sostenibilidad, con el cálculo de la huella de carbono, huella hídrica, gestión de residuos, aprovechando también parte de su género en otros productos a través de la marca La Gergaleña. “En un contexto marcado por la inflación, e incluso dejando al lado el aspecto medioambiental en el que por todos es sabido que hay que actuar, hay que tener en cuenta la parte económica del concepto bioeconomía. Sabiendo todos los residuos que se generan entorno a la agricultura, tanto en campo como almacén, hay que aprovecharlos como subproductos”.

Ante una población creciente y una superficie de producción limitada, hay que cambiar la idea de producir hacia un concepto de bioeconomía circular. Así arrancaba Alicia González, investigadora de la Estación Experimental de la Fundación Cajamar, quien afirmaba que el campo ya hace bioeconomía sin saberlo, si bien hay que ahondar en ello y trabajar en coordinación con la Administración para eliminar trabas administrativas. “Desde Cajamar vemos cómo sectores que practican la bioeconomía lo ven como una rentabilidad económica e incluso sus consumidores lo ven como valor añadido y están dispuestos a pagar más por su producto”.

Paco Egea, director de la Cátedra Cajamar-UAL de bioeconomía circular, exponía trabajos en la universidad de Almería que se han venido desarrollando teniendo como base la innovación en aras de la eficiencia en el uso de recursos. Con este observatorio, como insistía Egea, de lo que se trata es de dejar de trabajar de forma compartimentada o aislada para dar paso a la colaboración. En su ponencia mostraba empresas de éxito en cuanto a bioeconomía como la almeriense Biorizon, que emplea las microalgas para generar productos como biofertilizantes o bioplaguicidas y exporta a todo el mundo. Empresas como esta atraen capital y fortalecen toda la cadena de valor. Si bien insistía en la necesidad de una fuerte inversión en I+D+i, dejaba claro que la bioeconomía tiene un papel fundamental para acabar con la dependencia europea de recursos fósiles o materias primas que vienen de terceros países, una necesidad que se ha puesto de manifiesto en un contexto marcado en los últimos años por la tensión entre Estados Unidos y China por la tecnología 5 G, la pandemia provocada por la covid-19 y la invasión de Ucrania.

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