La agenda deportiva del domingo en la provincia de Almería cambió con la agresión que sufrió el árbitro Carrión Ordóñez en el encuentro entre el Roquetas 2018 y el Carboneras, de Primera Andaluza sénior. El mismo día en Canarias apuñalaron a un entrenador de Segunda Aficionado. Este periodista sigue considerando que los actos violentos ocupan una parte pequeña de todo lo que genera y aporta el fútbol, pero un grito suena más que cien silencios. Aun así, es turno de que las diferentes instituciones y clubes den un paso al frente visto que una parte de la sociedad no asistió al colegio o se marchó de casa el día que debía aprender educación. Y es hora de que actúen con contundencia, alejados de mensajes superfluos y mensajes que de poco sirven.

Las sanciones por un simple lance del juego y por una agresión a cualquier persona del terreno de juego deben ser proporcionales y las últimas, ejemplares, sin dar cabida a que ocurra una segunda vez. Visto que es imposible razonar y tener una conversación coherente con estos personajes, hay que pasar al castigo. Pero los comités están más pendientes de recaudar billetes y de sancionar a equipos que no presentan delegados que de lo verdaderamente importante. Saben qué entrenadores o jugadores la lían fin de semana sí y fin de semana también y miran hacia otro lado, dejando indefensos a los colegiados de turno, que apenas reciben un porcentaje del total del cobro por arbitraje, mientras que el pez gordo se encuentra tranquilo. Y los clubes saben perfectamente quiénes son esos entrenadores, jugadores, familiares y aficionados que manchan el nombre de su club. Pero no actúan con valentía porque el "esto es fútbol" engloba el vale todo. Si lo hicieran, además, dejarían de recibir pingües beneficios económicos en forma de cuotas u otros ingresos económicos. Esto se solventará cuando ellos quieran.

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