Atribuyen a Arquímedes de Siracusa la frase de "Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo" para significar la importancia del descubrimiento de "la palanca" como método físico para multiplicar fuerzas. Como marino le daría las gracias al ingenioso filósofo griego por inventar, y esto parece que se le puede atribuir de manera cierta, el polipasto en sus diferentes versiones, ya sea el lanteón o las múltiples formas de aparejo que se emplean a bordo: de gata, de gatilla, diferencial, etc. Además, se atoja necesario también darle las gracias por dejar una hipótesis tan certera y contrastada como la necesidad de contar con elementos fijos, absolutos, para ser eficaz y llegar a un buen fin, un principio que contrasta muy mucho con el desprecio con que los académicos de la cultura cínica (léase "woke" para los amantes de lengua inglesa) que desechan cualquier punto estable, para perderse en el mundo "blandibluf" del relativismo intelectual. Será porque necesitan de ese entorno mental voluble para poder desdecirse de lo dicho, negar lo que es obvio y faltar a la verdad de forma permanente (o sea: mentir). Ese proceder lo definía el bueno de don José María, profesor de Metodología de la Escuela de Guerra Naval, como "la mentalidad de gomaespuma", elemento adaptable a cualquier forma de pensamiento, según la conveniencia del momento. El bondadoso Capitán de Navío obligaría también, en este punto, a decantarse por un método de trabajo para sustentar las opiniones que se quieren transmitir, ya fuese de mayor a menor, de lo general a lo particular, de lo antiguo a lo moderno, … y todo ello sin perder de vista la hipótesis que se quiere defender. Y como es de biennacidos ser agradecidos con quienes nos enseñaron, diría que la tesis de estas líneas es mostrar, sin entrar en el debate intelectual por lo general, que unos tienden el capote del relativismo y los otros entran al trapo sin cuestionarlo. Abandono la idea de debatir en términos globales, cuatro mil cuatrocientos caracteres son pocos, por más tiempo que se dedique, para concentrar las ideas en una síntesis válida (un cocinero diría reducir la salsa) y llegar hasta la esencia de la cuestión. Y, por demás, eso ya lo hicieron mentes preclaras que pusieron negro sobre blanco las nefastas consecuencias del fenómeno. Mil veces lo denunció un gran pensador: Joseph Ratzinger, el Papa de la mirada serena. No obstante, con la venia de quienes leen estas líneas, nadie está libre de caer en la trampa y así, se acepta suprimir los términos absolutos que definían una familia por su número de hijos por una valoración relativa en función de su predisposición a ser

vulnerable o demandante de posibles apoyos. Ni que decir tiene el otro desparrame relativista contra natura que provoca la clasificación de los seres humanos por su orientación sexual, en lugar de hacerlo por la inequívoca condición física con que se nace. Al fin y al cabo, ya desde el seno materno se puede saber si será hombre o mujer por sus atributos físicos, mientras cuesta trabajo pensar que se pueda clasificar a esas criaturas conforme a una interminable lista de comportamientos que cada día incluye una letra más en sus siglas. Y lo peor del despropósito de tan irracional clasificación de género es que se termina por discriminar a quien se debe respetar: al distinto; incluido a quienes más lo necesitan. Desconozco si, en la búsqueda de un futuro próspero para el ser humano, ayudará algo eso que llaman "Inteligencia Artificial", pero me da que, como en las otras dos cuestiones, se trata de otra aplicación de un relativismo encubierto donde las buenas ideas de unos pocos se verán avasalladas por las tonterías de muchos. Algo de eso se empieza a sentir en esta sociedad. Hubo un tiempo en que la igualdad entre los seres humanos se medía por el trato que recibía cada uno, y que el progreso se sustentaba en el contraste de quienes eran distintos. Hoy se da un trato discriminatorio en función de las ideas en las que se cree y, con ello, se arruina la capacidad de crecer juntos como sociedad. Como tengo fe en muchas cosas, incluido en el ser humano, tengo la certeza moral de que, como en otro de los principios de Arquímedes, existen valores absolutos que sirven para salir a flote, otros puntos de apoyo para mover el mundo, el primero de ellos está en la Verdad que nos hace libres.

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