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Joaquín Socías

El 11-S, un día que cambió el mundo

11 de septiembre 2024 - 03:07

El 11 de septiembre de 2001, el mundo presenció cómo cuatro aviones comerciales secuestrados por 19 terroristas de Al Qaeda transformaban un día común en Estados Unidos en una tragedia histórica. Dos aviones impactaron en las Torres Gemelas en Nueva York, un tercero golpeó el Pentágono en Washington D.C., y un cuarto avión, el vuelo 93, se estrelló en un campo de Pensilvania tras la intervención de los pasajeros. Este ataque dejó casi 3.000 muertos y miles de heridos, y sus consecuencias siguen moldeando la política global.

Las repercusiones fueron inmediatas. Al día siguiente, el presidente George W. Bush declaró una “Guerra contra el Terror”, que comenzó con la invasión de Afganistán en octubre de 2001. Afganistán, bajo el régimen talibán, era el refugio de Osama bin Laden, líder de Al Qaeda y principal autor intelectual del ataque.

La invasión de Afganistán, respaldada por una coalición internacional, tenía como objetivo desmantelar Al Qaeda, destruir sus bases y capturar a bin Laden. Aunque los talibanes fueron derrocados rápidamente, el conflicto se prolongó durante dos décadas. Bin Laden fue asesinado por fuerzas especiales de EE.UU. en 2011 en Pakistán, durante la presidencia de Barack Obama.

En 2003, la “Guerra contra el Terror” se amplió con la invasión de Irak, bajo el pretexto de que el régimen de Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva y mantenía vínculos con terroristas. Nunca se encontraron dichas armas, y la inestabilidad que siguió a la caída de Hussein aumentó las tensiones en la región y contribuyó al surgimiento de nuevos grupos terroristas, como el Estado Islámico (ISIS).Los atentados del 11 de septiembre transformaron profundamente la seguridad internacional y los derechos ciudadanos. En EE.UU., se implementaron reformas significativas, como la creación del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) en 2002, con el fin de proteger al país de nuevas amenazas terroristas. Además, se aprobó la Ley Patriota, que amplió los poderes del gobierno para vigilar a ciudadanos y extranjeros, lo que generó un intenso debate sobre la erosión de las libertades civiles en nombre de la seguridad.A nivel global, se endurecieron los controles de seguridad, especialmente en los aeropuertos, y se promovió una mayor colaboración entre los países en materia de inteligencia y lucha antiterrorista.El 11 de septiembre también supuso un cambio en la geoestrategia global. Antes de los ataques, la atención internacional estaba centrada en conflictos como el árabe-israelí, la proliferación nuclear y las tensiones en Corea del Norte. Sin embargo, la lucha contra el terrorismo se convirtió en la prioridad número uno para muchos gobiernos occidentales.

EE.UU. amplió su presencia militar en regiones estratégicas como el Golfo Pérsico y Asia Central, lo que generó tensiones con países como Irán y Rusia. Además, la intervención militar directa no se limitó a Afganistán e Irak; también incluyó operaciones antiterroristas en Pakistán, Yemen y Somalia.

La influencia de EE.UU. en estas regiones aumentó, pero también se intensificaron las tensiones con actores emergentes como China, que veía esta expansión como una estrategia para consolidar su dominio global.

Inmediatamente después de los ataques, el gobierno de EE.UU. lanzó investigaciones para identificar a los responsables, apuntando rápidamente a Al Qaeda y a su líder operativo, Khalid Sheikh Mohammed. Capturado en 2003, Mohammed ha estado esperando juicio desde entonces en la prisión de Guantánamo, junto a otros conspiradores.

Un juicio que ha sido objeto de controversia, debido al uso de tribunales militares y las acusaciones de tortura durante los interrogatorios. En agosto de 2023, se informó que el gobierno de EE.UU. alcanzó un acuerdo con Khalid Sheikh Mohammed y otros acusados, en el cual admitieron su culpabilidad a cambio de que no se les aplicara la pena de muerte. Este acuerdo generó críticas, ya que, para muchos, la prisión de Guantánamo sigue siendo un símbolo de las prácticas extrajudiciales de la “Guerra contra el Terror”.

Si bien Al Qaeda es oficialmente reconocida como la autora de los ataques, algunos sectores de la sociedad estadounidense han cuestionado la versión oficial. Se ha argumentado que las agencias de inteligencia estadounidenses podrían haber tenido información previa sobre un ataque de Al Qaeda y no actuaron con suficiente rapidez. Además, se ha sugerido que ciertos mensajes interceptados el 10 de septiembre de 2001, que mencionaban un posible ataque, no fueron traducidos hasta el 12 de septiembre, lo que alimenta la especulación de que el gobierno pudo haber tenido conocimiento previo o incluso haber facilitado el ataque por omisión.

Investigaciones del FBI también sugirieron que algunos de los secuestradores estuvieron en contacto con personas relacionadas con el gobierno saudí y recibieron su apoyo. Aunque estas afirmaciones no han sido completamente confirmadas, las sospechas sobre una posible complicidad saudí persisten. Recientemente, según algunos informes, el acuerdo de culpabilidad alcanzado con Khalid Sheikh Mohammed habría impedido revelar plenamente el papel de otros países, como Qatar, en la planificación de los ataques.

Estas teorías, aunque desmentidas por el gobierno y sin pruebas concluyentes, han ganado relevancia en parte por la creciente desconfianza hacia las instituciones gubernamentales. Documentales, libros y debates sobre lo que realmente ocurrió el 11 de septiembre han mantenido vivo el cuestionamiento de la versión oficial.

Lo cierto es que los atentados del 11 de septiembre no solo transformaron a Estados Unidos, sino que dejaron una huella profunda en la geopolítica global. La política exterior y las estrategias de seguridad de muchos países se reconfiguraron en un contexto marcado por el miedo, la vigilancia y el debate sobre el equilibrio entre seguridad y libertades civiles.

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