Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
El otro día, en el nuevo tramo de autovía que han hecho en Los Molinos dentro de las obras del AVE, había unos operarios trabajando a pleno solitrón en las aceras. Eran siete. Los siete, negros. Y para colmo, la empresa, según un cartel que tenía allí puesto, se llamaba Negrillo, S.L. Por otra parte, también el otro día, la alcaldesa invitaba a los almerienses a visitar el tramo ya reformado del Paseo. Más abajo, en la foto, se veían los obreros trabajando: todos negros. A ver cómo se come eso el Abascal, que dice que si gobernara expulsaría de España a ocho millones (8000000, se dice pronto) de inmigrantes. Quién iba a trabajar a pleno sol de mediodía, en julio, en las obras del AVE o en las del Paseo. Quién iba a hacer los trabajos más duros y peor pagados de este sistema económico que unos padecen y otros disfrutan. Quién iba a meter a su hijo o hija de camarero/a, de albañil o albañila, de temporeros en los invernaderos del poniente o el levante de Almería, de sol a sol a 50º. Quiénes iban a ser cuidadoras de viejos, asistentas, todos esos oficios que ya no queremos los españoles para nuestros hijos. Quién iba a cotizar lo necesario para el mantenimiento de las pensiones, que, no se olvide, son diez millones (10000000, se dice pronto) de votos.
Lo de Abascal es un disparate. Dice que no se adaptan a nuestros usos y costumbres. Coño, pues claro que no. Ellos ya traen sus usos y costumbres, sus tradiciones y su historia, como traen su idioma y su mentalidad. Como nosotros, sin ir más lejos, cuando emigrábamos a Alemania con la maleta de cartón atada con una cuerda de esparto, la boina y los pantalones de pana parcheados. Todos los retornados cuentan cómo en aquellos años –finales de los 40, todos los 50 y 60 y principios de los 70– había en las ciudades alemanas con mayor afluencia de inmigrantes españoles las llamadas Casas de España, donde se comía paella, se bailaban pasodobles y se escuchaban las canciones de Manolo Escobar: “Que viva España…”. Eran nuestros usos y costumbres. Y los alemanes supieron entenderlos, los aceptaron y los encauzaron. La inmensa mayoría de los emigrantes españoles hablan bien de su época y del país que los acogió y les dio trabajo. Por qué no hacer aquí algo parecido, si los necesitamos para mantener nuestra economía. Organizar es invertir en el futuro de nuestro sistema económico, no prohibir ni expulsar. No voten a Abascal.
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