Utopías posibles

Amor, música y otros desvaríos

Disculpen el desvarío filosófico de hoy. No les hago perder más el tiempo. Además, tengo que seguir con mis clases

Hoy, solo hoy, me van a permitir que me ponga filosófico. La eternidad es uno de los grandes temas de la historia de la humanidad. El debate sobre si el amor es o no eterno, también. Hace años llegó a mis manos el relato de una tumba etrusca, en la que había esculpidas las figuras de un hombre y una mujer con las manos entrelazadas y un anillo de compromiso. Planteaba el autor: «¿qué fue de ese amor, de hace más de dos mil años?», de esas promesas que seguramente se hicieron, de esos momentos vividos… ¿son eternos? ¿siguen estando ahí? Obviamente, desaparecieron hace mucho…

En otro orden de cosas, cuando visitamos una catedral, un castillo o recorremos las calles de una villa medieval, estamos poniendo nuestros pies en el terreno y nuestro cuerpo en el lugar donde otras personas estuvieron, vivieron, sintieron y compartieron. En el caso de la música la experiencia histórica es mayor. Cuando cantamos o interpretamos una melodía de hace siglos, estamos transmitiendo exactamente la misma idea o sentimiento que esa persona quiso transmitir. De alguna manera, ese sentimiento, sensación o idea está atravesando nuestro ser, vuelve a estar viva. Aunque solo seamos oyentes, nuestros oídos estarán escuchando y estaremos sintiendo lo mismo que aquellas personas de la edad media, o del siglo XIX, cuando escuchaban esa misma música.

La materialidad del mundo físico, de las personas, de todo lo que habita, quizá no tenga nada que ver con la inmaterialidad de los sentimientos, las sensaciones, las ideas... Es especialmente importante todo aquello que compartimos, porque si algo no se comparte, nunca habrá testimonio de que haya existido. Lo que no se comparte, se pierde. Quizá ese amor etrusco sigue vivo cada vez que alguien siente lo mismo, aunque lo sienta muchas veces con muchas personas diferentes, siempre de diferente manera… pero es un sentimiento universal. Es como si el amor «estuviera ahí» y las personas nos sirviéramos de él, lo replicáramos, lo mantuviéramos vivo a cada paso y generación tras generación. Igual que con la música, la amistad, el entusiasmo, el cariño… los sentimientos que nos transmite una buena historia, un buen cuadro, aquella canción que nos traslada a situaciones propias o ajenas.

Disculpen el desvarío filosófico de hoy. No les hago perder más el tiempo. Además, tengo que seguir con mis clases: «a ver chicos, abrid el libro por la página 32».

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