El manuscrito

Manuel López Muñoz

Bandas, becas y ceremonias universitarias

Supongo que, en el fondo, un síndrome cateto de Harry Potter invade nuestra sociedad

Hablarde "poner bandas" en vez de imponer becas es como ir a una recepción oficial con traje de Armani y chanclas de playa: un absoluto despropósito. Conviene recordar que una beca era un distintivo colegial que llevaban los estudiantes plegada sobre el pecho y con los extremos colgando por la espalda. Nada que ver con la banda, una cinta ancha que va desde un hombro hasta el costado opuesto. O sea, que hay un error de uso en el que podemos observar quizá una falta de conocimientos de nuestra lengua o acaso algo más. Los símbolos nos ponen en contacto con tradiciones, costumbres o rangos y, vistos desde fuera, sin duda resultan llamativos y apetecibles precisamente por lo que de selecto o exquisito tienen. El problema es que, mal usados, hablan de alguien que pretende ser elegante y refinado sin conseguirlo. La Universidad tiene también símbolos y rituales que, de un lado, podrían impresionar a los legos y, de otro lado, van quedando en el olvido incluso para nosotros. Hace tiempo que vengo viendo cómo los estudiantes se fotografían para la orla con una toga y un birrete ingleses en vez de con los nuestros: el birrete octogonal con borla y sin flecos, la toga larga y la muceta del color de la Facultad en la que han estudiado. Sabiendo leer nuestros símbolos indumentarios, podemos saber también si tenemos delante a un Licenciado, a un Doctor, a un Catedrático, a un Rector, cuáles han sido sus estudios y si ha obtenido uno o varios Doctorados distintos.

Arrumban nuestros símbolos, pero no su utilidad: tanta falta parece haber de solemnizar los actos escolares que, a imitación de las ceremonias académicas, se imponen becas ya hasta en las guarderías. Mucho me temo que, antes o después, a alguien se le ocurrirá reunir a los graduados para que lancen al aire sus birretes al españolísimo y castizo grito universitario de: "Hooray!" Supongo que, en el fondo, un síndrome cateto de Harry Potter invade nuestra sociedad y hace que se busquen elementos de distinción en donde no los hay, como si con ellos se le diera más prestancia al acto. Podría aceptar ver una imposición de becas en un colegio de Primaria pero, francamente, me pone los pelos de punta cuando las oigo llamar "bandas" con desparpajo e ignorancia parejos. Una cosa es no saber, o sea, ser un ignorante, y otra es querer pasar por elegante y no conseguirlo. ¿Cómo se llama esto en nuestra lengua? Ser un cursi.

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