Carta del Director/Luz de cobre

EL Cañarete, la historia interminable

El Cañarete es la mejor opción para unir la capital con Aguadulce y, si me apuran con Roquetas y Vícar

La carretera que une Almería con Aguadulce es, posiblemente, una de las rutas más hermosas por las que conducir un coche. Conocida como El Cañarete, era la vía principal que unía la capital con Málaga, la Nacional 340. El antiguo camino que nos metía en todos los cascos urbanos y que llegó a ser insoportable transitarlo por el tráfico. Todo cambió cuando la A-7 permitió sacar los vehículos de las ciudades y pueblos y acabar con las colas interminables y con el peligro, siempre latente, en las vías urbanas. El Cañarete quedó, inaugurada la autovía, como la mejor de las alternativas para unir Almería con Aguadulce y, si me apuran con Roquetas y Vícar. Una posibilidad de descongestionar el tráfico y de dejar a la localidad turística a tiro de piedra de la ciudad. Una oportunidad bien aprovechada, pues fuimos miles los almerienses que decidimos vivir en Aguadulce, buscando precios de las viviendas más razonables, la tranquilidad de un pueblo con todos los servicios y el mar como argumento sólido.

El paso de los años ha confirmado que aquellos que optaron por este itinerario acertaron. Sin embargo, la que es la vía de acceso principal con la ciudad, se ha convertido de un tiempo a esta parte en una pesadilla. Como ocurre siempre en estos casos, desde el Ministerio de Fomento se han ocupado poco o nada del mantenimiento. Un reasfaltado en los últimos 30 años y alguna capa de pintura a los túneles y pare usted de contar. Pero la naturaleza es caprichosa. Cuando se tocó la montaña para ampliar este camino y luego para la autovía, explosiones controladas incluidas, comenzaron los problemas. La caída de rocas a la calzada se ha convertido en algo recurrente y habitual en los últimos años, aunque sólo en contadas ocasiones ha sido necesario cortar la vía.

Cubrir con tela metálica, de la barata, la montaña fue un recurso que ha dado a la administración y a los automovilistas una seguridad impostada que ahora se ha demostrado inútil y peligrosa. No culpo a quienes han estado al frente de la responsabilidad en los últimos años de lo ocurrido. Pero es evidente que en sus declaraciones no han estado afortunados. Recuerdo todavía al ex-subdelegado Andrés García Lorca lanzar sus dardos hacia las cabras montesas y más reciente al actual, Manuel de la Fuente, implorar espaciar la salida de casa para evitar las colas.

Sea como fuere y al margen de declaraciones vanas y vacías de contenido, urge una inversión seria de la carretera, con un proyecto real y de calado que acabe con los desprendimientos. Es preferible que la vía siga cortada a que ocurra una desgracia. Eso sí, debemos conocer con celeridad los planes de inversión, el coste y el tiempo de obras. Y, de forma paralela, evitar los colapsos de tráfico, con controles y ayuda a los que cada día se sitúan en las colas, con un serio riesgo de accidente.

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