Mi memoria selectiva me ha guardado los “mandaos” que me encargaba mi padre al principio de estar en La Flor de la Mancha, momento en el que yo tenía 9 años. Uno de ellos era ir todas las semanas al quiosco de Juan Bonillo a comprar las revistas de toros: El Ruedo y Dígame.

Entre lo que leía en ellas, escuchaba de las conversaciones y luego vi en el televisor que Mario Torres instalaba en el escaparate de Bazar Almería, rodeado de taxistas y algún que otro camarero que se escaqueaba, me aficioné a los toreros artistas, no a los llamados poderosos. Por eso, mi ídolo siempre ha sido Curro. De Joselito tengo buenos recuerdos, de los que los más importantes son mis discusiones con mi hijo mayor. Pero de Morante ¡no sé qué decir! Es mi pasión. Y además, es una pasión forjada ya de maduro. Además, cumple con el dicho: “Se torea como se es”.

Así que, a los toreros poderosos les reconozco su mérito, a los artistas les tengo pasión exacerbada, pero a los que dan “mantazos” ora por aquí, ora por allí, y a los que “se alivian entrando a matar”, no los soporto.

Y eso lo traslado a la política ¡también!

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios