Desodorante en el metro

Las medidas que se toman para cuidar la prestación de los servicios públicos dicen mucho de la calidad de estos

En el metro de Viena huele a humanidad y la empresa de transporte que lo gestiona ha decidido repartir desodorante, por miles de unidades, entre los viajeros, confiando en que no les abandone. Claro que si desagradable es el mal olor de la sobaquina, algo morboso puede resultar el espectáculo de ponerse desodorante en los vagones del metro. Agarrados a las barras, quienes vayan de pie encontrarán una postura a propósito; aunque la discreción debe llevar a rociarse o untarse en los servicios higiénicos de la estación. Bromas aparte, las medidas que se toman para cuidar la prestación de los servicios públicos dicen mucho de la calidad de estos. Viena figura, desde hace años, entre las tres ciudades con mayor calidad de vida del mundo; debido, entre otros aspectos, al buen estado de revista de su transporte público. Una de sus líneas de metro, sin embargo, la más antigua, cuyos tramos son descubiertos en su mayor parte, con trenes construidos hace más de cuarenta años, sin aire acondicionado, es la que ha requerido la dispensación de desodorante ante los inacostumbrados 35º del verano vienés. A la vez, se estudia prohibir que en los vagones se consuman alimentos, como pizzas, kebab o fideos asiáticos, por su olor intenso. Algunos pasajeros, entonces, se preguntan si el mal olor no es efecto solo del calor, sino de las duchas cortitas y el desodorante escaso antes de acceder al metro. Puestos en la higiene de los servicios públicos, tampoco estaría de más, en el conflicto entre taxistas y empresas de Vehículos de Turismo con Conductor (VTC), reparar en la higiene y que esta se considere para competir de buen modo por el servicio. En muchos VTC, tal aspecto se tiene particularmente en cuenta y asociaciones de taxistas hay que también han decidido adoptar cierta uniformidad indumentaria. Cuestión, por otra parte, que lleva al protocolo donde, además de las cuestiones de higiene, deben cuidarse las de coherencia. Establece la Constitución Española, en su artículo 56, que el Rey es el jefe del Estado, además de símbolo de su unidad y permanencia, por lo que presentarse ante él, en una visita institucional, debiera ser razón de sobra para manifestar respeto, incluso con la indumentaria. Principalmente, si quienes no lo hacen se colocan sin remilgos el traje o el frac ante otros interlocutores bastante menos relevantes. Y es que la higiene tiene no poco que ver con la estética.

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