Día de playa

El agua del mar del primer día de verano suele estar fría para mí aunque tenga la temperatura adecuada

Me levanto y hago todos los rituales necesarios para estar vivo. El viernes alguien que vive en el interior me dijo que para los que vivimos en la costa no son tan necesarias los días de descanso para buscar la playa porque tenemos la playa. Días de descanso será el nuevo eufemismo para referirse a las vacaciones. Y si no, al tiempo. Es verdad. Siempre he vivido cerca de la playa y la playa es eso que está siempre ahí. 10:00 Compro el periódico antes de emprender el camino. 10:30 Tomo café en una cafetería de moda en medio del camino y de la nada. No había ido antes. Como pasa con todo, en mi imaginación era mejor. Poco a poco voy odiando todas las cafeterías a pesar de que frecuento prácticamente todas. 11:00 Nos dirigimos a la playa. Aparcamos el coche sin problemas. Andamos un poco para escoger un sitio apartado. Todo es perfecto. Apenas sopla el viento. Puedes hincar el soporte de la sombrilla en la arena. La arena es como dicen los anuncios radiofónicos. Puedo leer el periódico sin que luche contra los elementos. No hay mucha gente. Hay sombrillas con separación de más de quince o veinte metros. Viene alguien con un perro pero se pone lejos. En los primeros metros de la playa el agua apenas cubre y el suelo marino sigue siendo arena. Arena de verdad. El agua del mar del primer día de verano suele estar fría para mí aunque tenga la temperatura adecuada pero siempre existe un horror a cambiar la temperatura corporal del aire exterior a la de la masa de agua, de hecho al sumergirte en el agua la temperatura del cuerpo baja muchos grados de repente. Antes decían que eso era la causa del corte de digestión. Todo el mundo necesita esto y yo no lo necesito, sólo lo experimento. Sólo voy. Ya está. He encontrado la playa perfecta, quizás la única que reúne los elogios que dicen los anuncios radiofónicos. Sólo falta madrugar un poco más para encontrar el paraíso. Lo que pasa es que no busco el paraíso porque el supuesto paraíso ha estado siempre cerca de mí y cuando lo tienes a mano todos los días, deja de ser un paraíso. Como el que es de Madrid de siempre y sólo ve la mediocridad de siempre. En la playa no hay nada especial salvo todos los horrores de las playas que no se parecen a lo que dicen los anuncios radiofónicos. Pero son necesarias para integrarse en el mundo y desconectar. Pero que me contáis si estáis conectados hasta debajo del agua.

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