Diga usted que dije algo

A veces hablamos muchísimo más de las cosas que decimos: hay una inflación del coloquialismo

Aunquelo parezca, este artículo no pertenece a mi género columnístico preferido y más frecuentado. Ya saben: la columna en la que digo que no tengo nada de lo que escribir. Cuando me retire, quisiera reunir todos los que he escrito sobre el particular en un volumen (voluminoso) y titularlo con el verso de Guillermo IX de Aquitania y VII de Poitiers: Farai un vers de dreit nien, esto es, "haré una poesía sobre absolutamente nada". Hoy no es el caso.

Me preguntaron si no me resultaba insoportable tener que escribir un artículo al día o dos. Dije que nada, en absoluto, qué va. Para mí un artículo es como hablar con unos amigos y todos nos pasamos el día charlando por los codos, ¿no? Muchas veces, para pensar el tema, imagino de qué hablaría o hablaré en el café del recreo del instituto, y ése es el tema.

Caí, sin embargo, en mi propia trampa, porque eso exige decir algo en el café medianamente propio y que sea original, si no en el enfoque, como mínimo en la expresión. He descubierto, con gran espanto, que, aunque no paro de charlar en todo el día, son muy pocas, en realidad, las frases originales y personales que digo que puedan transcribirse en una columna. O sea, que la mayoría del tiempo hablo por hablar. Me he decepcionado un poco a mí mismo.

Como esto lo pensaba en un tren, puse el oído a las múltiples conversaciones que me rodeaban y comprobé que ninguna era una columna en ciernes. La gente repetimos (permítanme el humilde anacoluto) tópicos sin cesar. Es verdad que muchas frases hechas nacen de la buena educación o del interés por el prójimo o del amor (muy repetitivas éstas, pero se les perdona), y cumplen su función. Con todo, asombra la poca condición de publicables que tienen en líneas generales nuestras conversaciones, empezando -ya digo- por las mías. Se entiende que el duque Guillermo de Aquitania tuviese que recurrir a la nada para resultar original.

Otro que tal se andaba, salvando la distancia, fue Pancho Villa, que, en el lecho de muerte, preocupado por no dejar una frase para la posteridad, pidió a un reportero norteamericano: "Diga usted que dije algo". Fueron sus últimas palabras. Yo que espero decir y escribir muchas todavía me hago el propósito de decir algo siempre y de no volver a decir que esto es facilísimo. Hablar por hablar es para nada y estropea el silencio, que es siempre elocuente y, tal y como están las cosas, es cada vez más original.

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