Espagueti volador

En la antología de las payasadas siempre queda sitio, aunque la ironía preste dispensa al despropósito

En la antología de los disparates y de las payasadas siempre queda sitio porque no se agota el ingenio humano aplicado a la extravagancia. Aunque la ironía o la gracia -distintas pero no siempre distantes- puedan otorgar cierta dispensa al despropósito. Resulta que está ganando adeptos, más bien prosélitos, una Iglesia Pastafari, el pastafarismo como religión del Monstruo del Espagueti Volador. Así, tal como lo leen y con un credo a propósito. Sus orígenes no son remotos, ni su doctrina se asienta en misterios inescrutables, sino que surge como singular protesta de un físico estadounidense, el año 2005, por la enseñanza del diseño inteligente, en las escuelas de Kansas, como forma algo alternativa del creacionismo. Ya que defiende la creación o el diseño del mundo por un ser inteligente, muy superior a los humanos, y niega, con ello, las teorías evolucionistas. El pastafarismo, entonces, sostiene como precepto principal que la creación del mundo se debe a algo parecido a una bola gigante de espagueti con albóndigas, que toma la forma divina de Monstruo del Espagueti Volador. Ente superior que, un tanto embriagado, resolvió hace unos cinco milenios crear el mundo con algunas trampas para despistar a los exégetas que alumbraran los textos sagrados. El Creador Tallarinesco escondió, a tal fin, fósiles de dinosaurios para que pudiera pensarse en una antigüedad más remota, de millones de años. A falta de ángeles con forma de pasta, otorga el pastafarismo categoría de seres divinos a los piratas. Incluso en sus postulados pone en cuestión que la razón del incremento de las catástrofes naturales pueda deberse a la pérdida de los valores religiosos. Y se vale, para ello, de una correlación irónica: el número de piratas ha descendido a la vez que se incrementa la temperatura. Liturgias y preceptos a los que no faltan acólitos y conversos con fe desmedida. Tanto, que han recurrido a la Abogacía General del Estado ante la resolución por la que se denegó la inscripción en el Registro de Entidades Religiosas a la entidad denominada Iglesia Pastafari. Se reconoce en el pronunciamiento de la Abogacía la inspiración humorística de esta iglesia, con fines ajenos a los de una entidad religiosa, y se confirma la resolución recurrida. Ello no obsta para que los pastafaris españoles sigan en su empeño y, como otra iniciativa, abrieron una petición de firmas con objeto de que el alcalde de Cádiz concediese la Medalla de Oro de la ciudad al Monstruo del Espagueti Volador. Ahí es nada.

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