Reflexiones

Pedro Molina Rector De La Ual

La España de las tres culturas

28 de marzo 2010 - 01:00

DECÍA Américo Castro que la cultura española y nuestra historia no podían ser comprendidas sin contar con las aportaciones árabes y judías, integradas ambas en el factor hispano. Creo ahora conveniente recordar, en estas fechas, algunas de las teorías expuestas por este prestigioso (y, al mismo tiempo, discutido y reprobado por el oficialismo histórico más rancio) ensayista, filólogo e historiador que se adentró en el origen más profundo de la cultura española, tiró por tierra mitos y se aventuró a asentar conceptos que han marcado el pensamiento de intelectuales como el escritor Juan Goytisolo o el insigne cervantista Francisco Márquez Villanueva, quienes hoy siguen reivindicando la vigencia de su obra.

Por varias razones parece apropiado considerar y apreciar en su justo valor la vida y la obra del autor de "El pensamiento de Cervantes", "España en su Historia", "De la Edad Conflictiva" y tantos otros estudios, de quien preconizara que no se trataba 'de saber más, sino de entender mejor'. Américo Castro desmontó el concepto unívoco y monolítico de una Edad Media 'española' y puramente cristiana y su sustitución por la realidad de las tres culturas y las tres religiones, una imagen tan falseada e idealizada, decía, como la del llamado 'Siglo de Oro' "que intenta ocultar la existencia de conversos en la vida, en el pensamiento, en el arte de los ya españoles del siglo XVI y XVII, comenzando por la señera figura de Cervantes". Lo que Castro proponía y señalaba era la importancia de las tres culturas (cristiana, judía y musulmana) en la formación de la historia de España; sin ellas y su pacífica coexistencia, decía, no se comprende nada. Sus tesis, tan denostadas durante tanto tiempo, proscritas por el franquismo hasta el punto de que cuando se publicó su libro "España en su historia" no se hizo aquí ninguna reseña del libro, exponían que nuestras costumbres, nuestra literatura o nuestros místicos no pueden explicarse sin apelar a la presencia de judíos y musulmanes durante siglos en esta tierra.

Por todo ello, me parece preciso recuperar justo ahora esa visión profunda y de proyección de ideas modernas que Américo Castro plasmó en sus libros. Recobrar y recuperar la necesidad del diálogo permanente entre las distintas civilizaciones, de que es posible la convivencia pacífica de las distintas creencias, del entendimiento mutuo y del mutuo reconocimiento entre culturas que nunca se desarrollaron aisladamente unas de otras, es un sano ejercicio al que todos deberíamos estar más acostumbrados y del que ninguno de nosotros, sea cristiano, judío o musulmán, agnóstico o ateo, debería olvidarse nunca.

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