La ciudad y los días
Carlos Colón
Vuelve la nunca ausente
Las redes sociales están llenas de testimonios de agricultores españoles desesperados. El precio al que les pagan sus productos apenas cubre los gastos de producción. El campo no es rentable, salvo para las multinacionales de la alimentación que tienen la capacidad de controlar los precios de todo el proceso: desde la semilla a la venta final en las grandes superficies. Los pequeños productores, en cambio, solo pueden aceptar un precio por debajo del coste en muchas ocasiones o dejar la cosecha sin recoger.
Ha sucedido con la naranja, con las legumbres, con el arroz… Sucede ahora con las cebollas. Justo antes de estallarnos en los pulmones y en el bolsillo la crisis del coronavirus, agricultores de toda España andaban manifestándose -día sí, día también- en defensa de su medio de vida. Llegó la pandemia y el campo aparcó sus reivindicaciones para asegurar el suministro de alimentos, pasando por alto el peligro de contagio. Se trataba de salvar sus explotaciones, claro. Pero también de ayudar a que en los supermercados no faltasen los alimentos. Los aplausos de los balcones, cada tarde a las ocho, también van para ellos. Bien está. Pero ahora nos piden otro gesto. Que comprobemos la etiqueta de los productos que compramos y consumamos, preferentemente, productos españoles. Los mercados de España están repletos de productos importados, habiéndolos de igual o mejor calidad españoles. Cierto es que, en ocasiones, los productos nacionales tienen un precio algo superior. Es la diferencia de producir en España, con unos estándares fitosanitarios y de calidad muy elevados, o hacerlo en países sin las mismas imposiciones legales. Es el sobrecoste de producir en nuestro país, dando empleo a trabajadores españoles con todas sus garantías sociales y laborales, o hacerlo en países con mano de obra sin derechos ni protección social. La Unión Europea fomenta esta competencia desleal alcanzando acuerdos preferenciales o de libre comercio con terceros países. Acuerdos que perjudican claramente a nuestros agricultores y que conducen a la ruina de nuestro campo.
Son los gobiernos los que deben articular medidas de fomento del consumo local. Pero, mientras eso llega, transformemos nuestros aplausos en una ayuda efectiva a nuestros agricultores. Consumamos productos españoles. Con ello lucharemos contra el paro y el vaciamiento del medio rural.
También te puede interesar
La ciudad y los días
Carlos Colón
Vuelve la nunca ausente
Opinión
Premio a Almería, ciudad activa
La Rambla
Julio Gonzálvez
Mirar hacia delante con mis nietos
Brindis al sol
Alberto González Troyano
Recuperación de un gran novelista
Lo último