Francisco Uceda, entre el dolor y el caos

Su obra es el rayo de luz que mueve en secreto los objetos. Un hombre solo que busca a través del dialogo entre el todo y la nada

Francisco Uceda emerge como un ángel fieramente humano, aunque ya lo había hecho antes. Pero esta vez trasformado un ser humano que trasciende entre el ser y la materia, entre lo tangible y lo intangible.

Su obra es el rayo de luz que mueve en secreto los objetos. Un hombre solo que busca a través del dialogo entre el todo y la nada, la confluencia de la belleza mediante el discurso metálico y fluido de la realidad que nos rodea. Conviniendo a establecer un análisis del concepto de frontera. Empezó atravesando la imagen cotidiana de los hombres y de las mujeres que ponían la sangre, el sudor y la sed a los ríos sures que surcan el desierto norteamericano, en busca de un sueño y que, al llegar a su destino, la fotografía, como la imagen imperecedera de la memoria, graba las grietas y la herida del dolor de las gentes. El alma fotográfica del artista, que retrata el instante en el que el dolor no pertenece a nadie y que, sin embargo, es de todos.

En esta nueva serie, Francisco Uceda parte de la técnica base del revelado. La realidad en sí es parte de la revelación de lo real. El negativo se confunde con lo real y lo real pasa a formar parte de un segundo plano, de una segunda lectura, como si de un sueño fuese. Una imagen en la que las luces aparecen en tonos oscuros y las sombras en tonos claros. Una luz reflejada que nos hace reflexionar de su motivo para hacerlo. Porque el resultado final de la obra sigue siendo un desvelado de haluros de plata que ennegrecen en mayor o menor medida la realidad. La misma que pone en tela de juicio y que nos convida a recapacitar.

Fiel a su instinto, el artista plástico Francisco Uceda, hace partir a su discurso desde la geometría expresa de la materia, para descubrir en ella lo mortal del ser humano, entre el dolor y la desesperación, entre el caos y el abismo. Difuminando la obra entre cenit del negativo, que se desangre, se degrada y se contorna, y la búsqueda del volumen y la luz. Así, el público puede asistir al parto del dolor, desde la penumbra y desde el lugar incierto de la memoria. Donde la sombra se confunde con la luz. Donde la realidad transhumanizada se transfigura y gira hacia el vacío y hacia la búsqueda de la naturaleza del propio hombre como hombre, del propio ser como ser en sí mismo.

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