En tránsito
Eduardo Jordá
Mon petit amour
En agosto de 2022, Amnistía Internacional publicaba en su web un artículo con el título “Ucrania: Las tácticas de combate ucranianas ponen en peligro a la población civil”, consecuencia de las investigaciones llevadas a cabo por esta ONG, en el que se afirmaba que “las fuerzas ucranianas ponen a la población civil en situaciones de riesgo al establecer bases y operar sistemas de armas en zonas habitadas por civiles, incluso en escuelas y hospitales, para repeler la invasión rusa que comenzó en febrero”. Durante estas investigaciones, se encontraron indicios de que las fuerzas ucranianas lanzaban ataques desde el interior de zonas residenciales habitadas y de que se habían establecido en edificios civiles Estas tácticas violan el derecho internacional humanitario y ponen en peligro a la población civil, pues convierten bienes de carácter civil en objetivos militares. Los ataques rusos resultantes en zonas pobladas han causado la muerte de civiles y destruido infraestructura civil.
Si Amnistía Internacional ha denunciado a Ucrania por poner en peligro a la población civil con sus tácticas de combate, algo tendrá que decir ahora en relación con la guerra en Gaza, donde Hamás, siendo consciente de su inferior capacidad militar en los campos de batalla, donde tiene las de perder, ha planteado su organización defensiva apoyándose en su propia población civil, eligiendo el tipo de batalla que beneficia su situación asimétrica: con su matanza deliberada e indiscriminada del 7 de octubre, ha conseguido atraer a las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) a un combate urbano dentro de un territorio densamente poblado en la que causan inexorablemente bajas entre la población civil, lo que favorece su estrategia de legitimación. No se trata, como hasta ahora de un intercambio de lanzamientos de cohetes por ataques aéreos, sino de atrapar a las FDI en una guerra de desgaste y, sobre todo, cognitivo, enfocando sus actuaciones hacia la batalla de las narrativas y de las percepciones, donde tiene las de ganar. Mediante acciones cognitivas, Hamás busca traducir sus pérdidas en víctimas, desplazados y sufrimiento entre su población civil en victorias de comunicación estratégica, movilizaciones de apoyo y condenas a Israel. Cuantos más muertos palestinos e israelíes se produzcan, mejor para Hamás que aumentará su influencia entre las fuerzas de la resistencia, matando a los segundos, y ganando simpatías entre la opinión pública internacional, a costa de exponer la vida de los primeros.
La asimetría del enfrentamiento pone a las operaciones militares israelíes bajo el escrutinio internacional, mientras que Hamás no tiene que justificar las suyas ni responder de la situación de riesgo en la que coloca a su población civil, sea de forma deliberada, utilizándola como escudos humanos o no intencionada, desarrollando sus acciones de combate en su proximidad. Se condena a Israel, y no a Hamás, por el balance humanitario de la operación militar. Se pide a Israel, y no a Hamás, que mantenga las acciones armadas lejos de las zonas ocupadas por civiles, hospitales o campos de refugiados. Como resultado, las FDI se ven sometidas a un desgaste cognitivo porque la rendición de cuentas por los daños colaterales recae casi exclusivamente sobre ellas.
El derecho internacional humanitario exige que todas las partes en un conflicto eviten, en toda la medida de lo posible, emplazar objetivos militares dentro de zonas densamente pobladas o en sus proximidades. La obligación de proteger a la población civil de los efectos de los ataques incluye también retirar a ésta de la proximidad de objetivos militares y avisar de forma efectiva de cualquier ataque que pudiese afectarla. Así mismo, Amnistía Internacional resaltaba en su artículo sobre Ucrania que “el uso de hospitales con fines militares es una violación clara del derecho internacional humanitario”, hecho que está ocurriendo en Gaza. El IV Convenio de Ginebra relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra, es claro al respecto.
Hamás, con su acción sobre civiles israelíes el 7 de octubre y, ante la más que justificada respuesta de las FDI, su posterior defensa apoyándose en su población civil, en muchos casos sin identificación como combatientes (de paisano) para ocultarse entre la misma, comprometiendo la inviolabilidad de sus hospitales y escuelas, ha pisoteado el derecho internacional humanitario, convirtiéndose en el único culpable del sufrimiento palestino.
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