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República de las Letras

Huelga del transporte

La huelga del transporte denuncia problemas consustanciales al capitalismo. Es el sistema, que dijo Rato

En octubre de 1972, en Chile, hubo una huelga de la patronal del transporte contra el gobierno de Salvador Allende, orquestada por la CIA y por la extrema derecha chilena. Aquí son los transportistas autónomos los que intentan poner en jaque al Gobierno de Coalición, con el beneplácito de la derecha, que no ha condenado en ningún momento las actuaciones violentas de los piquetes, y de la extrema derecha, que está aprovechando las acciones de los huelguistas para apuntarse tantos electorales, como escenificaron el sábado pasado en la manifestación ultra de Madrid. A pesar del desabastecimiento provocado por esta huelga salvaje, de las pérdidas millonarias que comporta al sector de la distribución alimentaria, sobre todo, y de los violentos que cortan carreteras y obligan a desviarse de sus rutas a los que sí trabajan, ni Feijoo, ni Ayuso, ni, mucho menos, los extremistas de derecha han salido en los medios criticando esa violencia que apedrea camiones y pincha ruedas. En Castilla-León, asomaron su patita blanqueada por debajo de la puerta de una democracia en la que ellos no creen y que derrocarían nada más llegar al poder. Pero ahora, con la huelga de transportistas, esa patita blanqueada ha dejado ver una garra de negras pezuñas que amenaza con comerse a los cabritillos, en este caso, el PP en lo electoral y los consumidores, es decir, todos y todas, en lo social. Han intentado lo que la patronal chilena: deteriorar al Gobierno para provocar su caída. La huelga, no obstante, denuncia problemas consustanciales al capitalismo. Es el sistema, que dijo Rato. Y el sistema capitalista se rige por la ley, ciega, de la oferta y la demanda, y por tanto los precios en origen de, por ejemplo, la leche, es cuestión derivada del sistema mismo. Si se quiere que, siguiendo el ejemplo, la leche se tarifique, se precisaría la intervención del Estado, con lo que el sistema liberal ya no sería liberal, que es lo que hemos votado. Toda intervención del Estado ya no sería liberalismo, sino socialdemocracia. No se puede pedir liberalismo en época de vacas gordas y socialdemocracia en época de vacas flacas. Sin embargo, haría mal el Gobierno en menospreciar las consecuencias de esta huelga, porque los problemas denunciados por los transportistas son reales y acuciantes. Y haría mal en no tomar medidas estructurales que los palíen, ya que solucionarlos del todo es harto difícil.

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