la otra mirada

Ruth García Orozco

Logos y gnosis

13 de enero 2012 - 01:00

DESDE que nacemos, nuestra vida es un constante proceso de aprendizaje. Una parte fundamental comienza con el temprano contacto con el mundo del conocimiento, que para la mayoría de las personas no termina en toda su vida.

En un momento como el actual, la acumulación de información es impresionante, casi infinita. Con sólo apretar un botón, podemos acceder a prácticamente todo lo que necesitamos saber, gracias a lo que la capacidad de la red es capaz de proporcionarnos a través del oráculo de Google.

Invertimos gran cantidad de tiempo y dinero en formarnos e informarnos. Con ello conseguimos un bagaje intelectual, conocimiento o logos, y sin duda que es de gran utilidad para la vida.

Pero no sólo aprendemos de forma intelectiva. Existe lo que podríamos llamar sabiduría o gnosis, que sería la suma de nuestra experiencia acumulada, el poso que queda después de equivocarnos y de sufrir los reveses de la vida. De alguna manera, atraemos en nuestro devenir aquellas experiencias de las que necesitamos aprender, y de la sabiduría nos llega la fuerza, el coraje, un profundo conocimiento y una paz cada vez más duradera. Esta forma de saber no se consigue con dinero.

Para ello, es fundamental, como decía Krishnamurti, estar abiertos, escuchar. Para él es más importante aprender que acumular conocimiento. Ser capaces de aceptar lo que la vida nos ofrece es una forma de inteligencia, implica adaptarse, encajar dentro de un molde. Significa estar vivo, comprender. Debemos aprender de la vida, pero dejamos de aprender en el momento en que discutimos y nos enfrentamos a ella.

Como dijo este gran sabio, hay una gran diferencia entre acumular conocimiento y aprender. Lo primero es por supuesto necesario y en ciertos niveles imprescindible, pero sobre todo para ser aplicado con la guía de nuestra sabiduría interior. Acumular conocimiento sin sabiduría es como una bomba de relojería, como dar a un niño los mandos de control de una nave espacial, puede sin quererlo conducirla al desastre.

Recuerdo cuando era niña las palabras de mi abuelo que decía que era una pena sólo poder dejar las herencias y no las experiencias. Entonces no sabía muy bien a qué se refería. Hoy, después de acumular mi propia cuota de sabiduría de la vida, mi bien ganada gnosis, me doy cuenta de que ese ha sido un deseo muy antiguo desde que la humanidad existe. Porque en la vida hay pocas cosas tan valiosas como el saber que nace de la experiencia y que nutre nuestro ser interior después de caernos y levantarnos muchas, muchas veces.

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