La Rambla
Julio Gonzálvez
Paz y felicidad
LA gente la ha emprendido -y con mucha razón- con el PP, con motivo de la coz sin paliativos que propinó una individua, a la sazón diputada bajo las siglas de ese partido, en una de las ocasiones más desgraciadas que ha vivido nuestra democracia. En una sesión plenaria del Parlamento, el Gobierno repartía estopa a mansalva: don Mariano, después de contar sumariamente (los detalles, en el BOE) los recortes practicados, va y la emprende con el inmediato hachazo al desempleo. Cuando hablaba de los parados y de las drásticas medidas de control que les iba a imponer a los que lo cobran, surge la voz de Andrea Fabra que, "ostentóreamente", suelta el ya famoso "¡que se jodan!". Hasta ahora todo el mundo, en las redes internáuticas y en los papeles, le ha echado las culpas al partido, y ello ha impedido el análisis del significado profundo de la expresión y de quien la emitió. Decir que se jodan los parados, es una muestra de un clarísimo concepto de vida que califica a gran parte de nuestra derecha y ultraderecha política y económica. Implica una actitud despreciativa hacia aquellos que lo están pasando mal, cosa que tiene que haber visto hasta una "pijata", hija de papá, nieta y biznieta de caciques de provincias, de aquellos que compraban los votos con unos reales hasta hace menos de un siglo. Peor nos lo ponen sus votantes. ¿Se habrán mirado a la cara los electores de Castellón que depositaron su voto con el nombre de la mencionada? ¿Qué clase de moral practican? Todos somos responsables de la sociedad que hemos creado, en la que la palabra solidaridad ha llegado a ser un insulto o motivo de sarcasmo. Pero, desde luego, unos son más responsables que otros, como diría el cerdo de Orwell de "Rebelión en la granja". Antes, veíamos en las películas americanas que una criatura se caía andando por la calle y la gente pasaba por su lado sin pararse. Nosotros pensábamos entonces: "¡Vaya gente sin entrañas!". Nos parecía increíble. Bueno, pues ya lo tenemos aquí. Hemos alcanzado un nivel de indiferencia hacia lo que ocurra fuera de nuestro yo y nuestro entorno más íntimo, que nos iguala con la norma del Imperio. Ya consideramos, lo mismo que los viejos protestantes decimonónicos, que cada uno tiene lo que se merece y lo que consigue con su esfuerzo. Los que no tienen nada o carecen de muchas cosas es por su culpa, y por eso Dios los castiga. Así pues, que se jodan los parados. ¡Qué razón (ultraliberal) tiene la señora Fabra! Y encima lo expresa con chulería y desprecio, propios de quien está acostumbrado a ejercer el poder heredado, omnímodo y paternalista. O sea, que este suceso va mucho más allá de la mera culpa -merecida por mantenerla- del PP. Se trata de la catadura moral.
También te puede interesar