Marrón oscuro, tirando a negro

15 de julio 2023 - 00:00

Llevaba un buen rato observándola, era de un “marrón oscuro, tirando a negro”. Contra toda lógica caminaba sola y daba la impresión de que andaba despistada. En esta época solían trabajar a destajo, sabían que después vendrían épocas duras y había que ser previsoras. La siguió con la mirada desde una distancia prudencial, parecía buscar algo, quizá el rastro perdido de sus hermanas. Por un instante le pareció nerviosa, pero no podía apreciar semejante estado emocional en un ser tan diminuto y distante. Esas imágenes de soledad y tribulación, le recordó el momento que ella misma atravesaba: “marrón oscuro, tirando a negro”. Las relaciones entre los humanos eran mucho más complicadas que las de aquel ser atribulado que observaba desde el mirador, ellas seguían unas estrictas normas sin objeción alguna, y a cambio conseguían la seguridad de la tribu. Enfrentarse a la existencia era como asomarse a un balcón colgando sobre un precipicio, cualquier paso en falso podía ser el fin. Hacía muchos años que cayó en sus manos un libro de Milán Kundera, ella era muy joven e inexperta y le sorprendió el título: “La insoportable levedad del ser”, lo leyó con deleite, tenía buena pluma aquel autor, aunque muchas de sus preocupaciones ante la vida y la existencia, le quedaban muy distantes de las suyas. El tiempo le fue acercando a él, solo hay que vivir lo suficiente para llegar a las mismas conclusiones. Ahora era ella la que veía el futuro “marrón oscuro, casi negro”, afortunadamente no había vivido situaciones excesivamente dolorosas, pero iba sintiendo el peso de la existencia. Vivía en una sociedad en la que poco a poco se iba abriendo paso la desesperanza, gracias a unos agoreros que tensionaban la convivencia y ejercían sin escrúpulo una presión insoportable sobre aquellos que deseaban salirse del camino señalado por ellos, provocando en los insumisos la misma desazón que la de aquella hormiga que buscaba atribulada el camino de los suyos. La demagogia iba tomando terreno sobre la lucidez, las supersticiones sobre la ciencia y la moralina de unos cuantos iluminados, sobre la razón. Millones de seres cuya existencia carecía de sentido propio, seguían los dictados de unos maestros de la nada, que les pintaban una realidad distorsionada, para que la vida les resultara insoportable a pesar de la evidencia que les decía todo lo contrario. Quizá sin darse cuenta se estaban convirtiendo en unos seres “oscuros, tirando a negros”, buscando la senda que otros les marcaran porque ellos mismos habían renunciado a su esencia de seres pensantes y libres. Había anochecido y volvió a observar a la hormiga, comprobando que por fin caminaba tranquila siguiendo la hilera junto a los suyos y dejó de verlo todo tan negro como una noche sin luna. Quizá solo se trataba de un mal sueño que se disiparía cuando saliera de nuevo el sol.

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