La Resistencia

Luz Belinda Rodríguez

Parlamentaria andaluza por Almería

Naranjas de la China

En política, para facilitar la identificación de cada opción política, los partidos buscan reconocerse en un color

Cuando te comentan algo que no merece credibilidad. Cuando tienes motivos para sospechar que no es verdad. Ante una falsedad flagrante, se exclama con rotundidad: ¡naranjas de la China!

Antes de que la globalización hiciese posible el intercambio de bienes y servicios con empresas radicadas en cualquier parte del globo, a los españoles nos parecía increíble que las naranjas pudiesen proceder de China, por ser un país tan lejano. Ese parece ser el origen de la expresión.

Hoy en día las mercancías del lejano oriente inundan el mercado español, llegando a nuestros centros comerciales por aire, por mar, e incluso por tierra. Una fluidez comercial que ha arrasado con sectores productivos en España como el textil o el calzado, a los que resulta imposible competir en precio con el gigante asiático, dada la diferencia en las condiciones laborales de ambos países.

Pero dejemos China y volvamos la mirada sobre el color del cítrico: el naranja.

En política, para facilitar la identificación de cada opción política, los partidos buscan reconocerse en un color.

A los militantes de la izquierda se les llama rojos. Roja es la bandera comunista, como rojo es el logotipo del PSOE. El fallecido Julio Anguita aseguraba que el rojo es el color que nos iguala a todos, porque es el color de la sangre.

Los falangistas son los azules. Cuando nació Falange Española todos los grupos políticos, desde la izquierda a la derecha, utilizaban uniformes. José Antonio Primo de Rivera eligió el azul Mahón para sus camisas por ser el color de los monos de trabajo que vestían los obreros españoles.

Podemos eligió el morado, posiblemente, para emparentarse con el movimiento feminista que ya lo utilizaba.

Y el naranja. ¿Por qué eligió Ciudadanos el naranja? Pues seguro que no pensaron en el dicho popular de las naranjas de la China, pero fue premonitorio. En su afán por acomodarse en cada momento a lo que más le conviene, los bandazos del partido naranja están acabando con su credibilidad.

Tras facilitar la investidura a los socialistas en 2015, gobierna ahora Andalucía con el PP y gracias a un partido, VOX, al que desprecia hasta el punto de no querer ni salir con ellos en la foto. Mientras, en Madrid se une a separatistas, bilduetarras y podemitas para darle oxígeno a Pedro Sánchez en sus prórrogas del Estado de Alarma.

¿Alguien confía aún en Ciudadanos? ¡Naranjas de la China!

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