Odio y patología

De todas las lecciones del Quijote las más clara era que el odio era el enemigo del progreso

Adela Cortina escribió unas palabras sublimes sobre qué es el odio y como una emoción semejante puede derivar en patología. En sus reflexiones aparecían las consecuencias de las fobias sociales en nuestra vida diaria. Tenemos ese odio patológico cuando nuestra actitud consiste en propagar, incitar, promover o justificar el odio, hacia determinados grupos sociales. Cortina referenció el libro de Stefan Zweig: El mundo del ayer. Memorias de un europeo. En esta obra se narra como el odio originó dos guerras salvajes en el suelo de la vieja Europa. Extrapolando a Adela Cortina a otros ámbitos, diré que el discurso del odio, del odio en general, trae dos consecuencias fundamentales: la primera de ellas es la libertad de expresión. Los que odian no permiten el beneficio de la duda a los que no piensan lo mismo. Aunque no lo sepan creen que están más cerca de la verdad. La segunda de ellas es el sufrimiento. Odiar requiere de un esfuerzo: recodar a los otros cada dia; buscar argumentos para autojustificarse hasta el punto de la obsesión; y arriesgarse a perder los amigos y familiares que no siguen sus referencias sociales. En España tenemos un escenario complejo del que emanan brotes de odio y fobia social: la política. Desgraciadamente los tiempos son peores que hace unos años y eso ha gestado una rivalidad en el campo político próxima al radicalismo. En ese escenario es posible aplicar la visión sobre el odio de Adela Cortina. Odiar al político opuesto supone una patología ya que se le demoniza y se culpabiliza del mal del mundo, cuando el mal del mundo (el peor de los tiempos posibles) no es el momento presente. El pasado nos ha dejado muestras de peores escenarios, incluso en nuestro país. Así que justificar un odio exacerbado, que genera ansiedad y segregación, resulta una patología social. Cortina se refería también a El discurso del odio, de Glucksmann, y se planteaba lo mismo: si tanto odio merece la pena; si eso ayuda en algo a una persona crítica o si la aleja de evolución personal; si sufrir cuando se odia mejora o no nuestra vida. Adela Cortina concluyó que la única forma de superar esto es con el éthos democrático: debemos reconocer el derecho a la dignidad de todos, hasta del otro, de ese que odiamos y que nos odia porque al igual que nosotros ha olvidado que la verdad absoluta no existe. Odiar no es digno del pensamiento crítico.

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