Comunicación (Im) pertinente

Francisco García Marcos

Oppenheimer vs. Heisenberg

Oppenheimer es un ejemplo de cómo la industria ha moldeado el imaginario colectivo occidental

05 de agosto 2023 - 00:00

El imaginario colectivo reúne los tópicos, mitos, ideas y verdades consabidas que comparte una colectividad. Tiene, por tanto, estatus de verdad, por lo que actúa como un activo agente ideológico para ahormar la percepción y la mentalidad de la población. Otra cosa es que el imaginario se corresponda, siempre y sistemáticamente, con la realidad objetiva de los hechos.

A medida que avanzó el siglo XX los medios de comunicación de masas se convirtieron en gestores principalísimos del imaginario colectivo. Esa función, tan antigua como la Humanidad, encontraba entonces una herramienta refinada y poderosa para amueblar las consciencias de la ciudadanía, con mayor rapidez y radio de acción. Las funciones que en su día desempeñaron los cantares de gesta, transmitiendo mensajes de castillo en castillo, eran desempeñadas por las ondas, la prensa y, por supuesto, la imagen, con especial mención para el cine.

Estos días se ha estrenado Oppenheimer, un excelente ejemplo de cómo la industria cinematográfica norteamericana ha colonizado y moldeado el imaginario colectivo occidental. La película, de impecable factura e interpretación, narra la vida de R. Oppenheimer, el padre de la bomba atómica. Esa biografía se despliega a través de una trama polifónica, articulada en torno a varias problemáticas. Una de las más determinantes gira en torno a los reparos éticos que cabe poner a ese tipo de ciencia. En ese punto la contrasta la figura de Oppenheimer con la de W. Heisenberg, uno de sus maestros. Mientras que este último, según la película, contribuyó activamente a los experimentos nucleares nazis, Oppenheimer es mostrado como el paladín de la moralidad atómica, tanto como para ser perseguido en pleno macartismo y solo tardíamente rehabilitado por J. F. Kennedy.

La historia, que puede rastrearse sin demasiada dificultad en las fuentes escritas, resulta sustancialmente distinta. Oppenheimer, básicamente un físico teórico que trataba de comprobar sus supuestos, en efecto, desarrolló una militancia antinuclear ostensible. Solo que eso sucedió después de la devastadora explosión de dos bombas atómicas en Hirsohima y Nagasaki. Heisenberg sí participó en los experimentos nazis, con la pequeña diferencia de que erró conscientemente los cálculos, de modo que nunca una monstruosidad de ese calibre pudiera ser empleada. Más aún, suministró a N. Bor información privilegiada para los científicos aliados. Si Hitler nunca dispuso de una bomba atómica se debió, fundamentalmente, a la intervención indetectable de Heisenberg y otros físicos alemanes.

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