Política de casino

Ahora, los 'coaches' de los partidos y los analistas se guían por los pronósticos de las casas de apuestas

11 de junio 2018 - 02:30

Hace ya tiempo que se usa la expresión "economía de casino", que quiere decir que el comportamiento de la economía mundial responde hoy más a las reglas de juego de un casino que a las leyes de la ciencia que inventó Adam Smith y que desarrollaron Marx, Keynes y unos cuantos más. En vez de regirse por la leyes del mercado, como se suele decir, la realidad es que las cosas se mueven arbitrariamente, como dejando todo al albur de la suerte, tal como se juega en los casino. Eso antes sólo pasaba en las bolsas, donde la especulación juega un papel tan decisivo como los fundamentos reales de la empresa cuyas acciones quieres comprar o vender, incluidas las expectativas sobre sus posibilidades futuras. En el resto del sistema económico las cosas no funcionaban así, pero desde hace unos veinte años los mercados reaccionan como si fuera la ruleta o el black jack. De ahí la expresión "economía de casino" que acuñó Maurice Allais. Aunque, eso sí, mire usted qué casualidad, en los casinos siempre gana la banca. Y en la economía de casino también ganan los que más tienen; bueno, claro está que el que más apuesta más probabilidades tiene de sacar premio.

A la vista del éxito, la práctica de la política también está cogiendo este sesgo, y ya no se acuerda nadie de las ciencias políticas, ni siquiera de Maquiavelo, Montesquieu o Juan Carlos Monedero. Ahora, los "coaches" de los partidos y los analistas, que ya llevaban mucho tiempo guiándose por las encuestas en vez de por la ciencia y el pensamiento, ahora se guían por los pronósticos de las casas de apuestas. De las encuestas a las apuestas, es el nuevo paradigma de los gurús que determinan desde los argumentarios matutinos que se distribuyen en todos los partidos, hasta los programas de gobierno de todos los ministerios. Desde cómo desmantelar la sanidad pública sin que se queje el enfermo, hasta la financiación de autopistas privadas. Según estén las apuestas, así se toman las decisiones para apoyar o criticar a los socios de gobierno o a la oposición. La bola se va agrandando con el ruido mediático y todo el conjunto se retroalimenta, y al final parece que los politólogos se han convertido en crupieres, con lo que unas elecciones dependen más de lo que ocurra en el tapete verde (lo ilógico, el albur, la apuesta irracional) que de lo que quieren los ciudadanos.

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