Soy partidario de que los políticos y la política cojan vacaciones en verano. Quizás lo que digo no sea muy popular, y hacer semejante afirmación en twitter puede dar lugar a que miles de energúmenos te insulten, descalifiquen o se mofen de ti y de tu familia (por eso hace años que abandoné mi modestísima presencia en esa red social). Lo de los políticos y las vacaciones viene al caso, por la demagogia tan al uso de descalificar al adversario de otro partido, cuando osa disfrutar de unos días de soslayo junto a su familia. Si alguien repasa la hemeroteca, seguro que encuentra declaraciones de un servidor contra alguno de mis adversarios políticos de otros tiempos, afeándoles el hecho de estar de vacaciones. Prefiero empezar viendo la viga en mi propio ojo a la paja en el ojo ajeno. Seguro que lo hice y aún más seguro que haciendo tales descalificaciones me equivoque a lo grande, pero eso lo sé ahora, después del fragor de la batalla.

Los ponentes constitucionales tuvieron la feliz idea, una entre otros centenares de buenas ideas, de establecer en el artículo 73 de la Carta Magna que las Cámaras se reunirán en dos periodos de sesiones, el primero de septiembre a diciembre, y el segundo, de febrero a junio. Aquellos hombres tan valientes y atrevidos, ahora sabemos que también tan sabios, decidieron declarar como inhábiles a efectos parlamentarios los de meses de julio, agosto y enero. De ello no podríamos colegir que la Constitución le esté dando tres meses de vacaciones a sus señorías, cual si fuesen escolares. Pero si pudiéramos deducir que la propia Constitución y los que la pactaron vieron muy oportuno que, durante unos meses, especialmente en verano, las Cámaras abandonasen su actividad ordinaria. En ese tiempo los miembros de las Cortes tienen la posibilidad de estar más tiempo en sus circunscripciones o atendiendo a los ciudadanos que les votan, y por supuesto, también descansando algunas semanas durante las vacaciones estivales. Lo que digo de los parlamentarios es también aplicable, mutatis mutandis, al resto de hombres y mujeres que se dedican a la cosa pública. Aquellas gentes de la transición que hicieron la Constitución pensaron que también la política y los políticos merecen vacaciones, a pesar de que había en la España de finales de los 70 muchos más problemas de los que hay en la actualidad, porque todo estaba por hacer y salíamos de una dictadura terrible. Lo que si había era muchísima menos demagogia.

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