Paisaje urbano
Eduardo Osborne
La senda de Extremadura
Empezaremos diciendo que San Indalecio fue uno de los Siete Varones Apostólicos que en el siglo I (Posiblemente en el año 62 o 63) arribaron a Portus Magnus, puerto no definido con exactitud, pero desde luego situado en las costas almerienses, con la misión de propagar el cristianismo en la Península Ibérica. Su distribución fue la siguiente: Torcuato en Guadix, Eufrasio en Andújar, Cecilio en Granada, Hesiquio en Cazorla, Segundo en Abla, Tesifón o Tesifonte en Berja e Indalecio en Pechina (antigua Urci romana y Bayyana musulmana). Indalecio es sin duda el primer obispo de la diócesis de Almería.
Parece ser que San Indalecio nació en Caspe (una de las Cinco Villas de Zaragoza) Otros autores no precisan tanto el lugar de nacimiento y simplemente lo sitúan en una zona entre Jaca y Huesca, incluso hay quien asegura que nació en Toledo. Tampoco es un dato importante. Cuando San Pablo vino a España, Indalecio oyéndole predicar con tanto fervor, se convirtió al cristianismo. Después cuando el apóstol se fue a Roma, Indalecio lo acompañó y allí fue preparado para predicar la religión de Cristo y después de haber sido ordenado Obispo, fue enviado de nuevo a España por San Pedro y San Pablo, junto a los otros seis compañeros que hemos citado. Después de implantar el cristianismo en la zona de Pechina, Indalecio siguió predicando la religión de Cristo por varias poblaciones de Levante, Burgos y Toledo.
Murió mártir en nuestra tierra, siendo arrojado al mar y una vez recuperado su cadáver, fue enterrado en la iglesia de Pechina, pero en un lugar secreto. Sus restos permanecieron allí durante mil años, concretamente hasta 1084 que fueron trasladados al monasterio de San Juan de la Peña. En este largo y pintoresco viaje desde Pechina hasta el monasterio se mezcla lo real con lo fantástico, haciéndolo a través de los reinos de Taifas de Almería, Murcia, Valencia y Denia Tortosa Lérida, pues lo hicieron por la costa. Los protagonistas de esta aventura fueron el sacristán Evancio y el monje García, que contaron en todo momento con la ayuda y protección de un misterioso “príncipe” cristiano de Murcia, llamado Don García, pariente de Don Sancho que era el abad del monasterio. No faltaron en tan arriesgada empresa las visiones en sueños ni los milagros, pero el caso es que el 28 de marzo de 1084, día de Jueves Santo, en presencia del rey Sancho Ramírez, los restos de San Indalecio llegaron a la abadía de San Juan de la Peña. Con la desamortización de Mendizábal, en 1835 sus restos tuvieron que ser trasladados a la catedral de Jaca, donde reposan en una urna de plata debajo del altar mayor. Un poco antes de la pandemia, estando en Zaragoza, me adentré en los maravillosos valles del Pirineo aragonés, donde se respira, aparte de aire puro, paz y belleza en cada una de sus cárcavas, y en cada uno de sus riachuelos por donde bajan las frías aguas de las cumbres, formando en los recodos del lecho una mezcla de espuma y plata que me relaja. Para más inri empezaba el otoño y las tonalidades doradas y amarillas de las hojas cansadas de los árboles, te invitaban a detenerte en cada recodo; me recordaba a nuestra Alpujarra. Me estoy desviando del tema; el caso es que el motivo principal de este periplo era llegar hasta Jaca para visitar la catedral y cumplimentar a nuestro Santo Patrón. Pedí permiso a un sacerdote que andaba por allí, para hacer una foto de San Indalecio y le expliqué que éramos de Almería y mi interés por poder contemplar los restos de nuestro patrón. El sacerdote me dio toda clase de información y vi cómo se emocionaba con mi visita y por la devoción que ambos compartíamos por San Indalecio y es que el santo era maño y para nosotros, como mucho, un hijo predilecto.
El obispo Portocarrero hizo varias peticiones al rey y al abad del monasterio, cuando estaban los restos del santo en San Juan de la Peña, para intentar trasladar las reliquias del santo a Almería, siendo siempre el resultado infructuoso. Por fin una nueva petición fue atendida por el Rey y por el Papa y el 21 de enero de 1620, parte de los restos fueron recibidos en la catedral de la Encarnación de Almería. Al año siguiente en 1621 San Indalecio fue proclamado patrono de la diócesis y de la ciudad de Almería. También es patrón del pueblo de Pechina y del seminario mayor de la diócesis de Almería. Desde luego y desde el principio en la zona del monasterio el santo tuvo mejor acogida que en nuestra tierra y en abril de 1187, 238 pueblos cercanos a San Juan de la Peña hicieron Solemne Voto el día de Pentecostés al monasterio para pedir al santo agua para regar sus campos y serenidad para las cosechas. Don Rosendo Álvarez en el pasado siglo, siendo obispo de Almería, y habiéndolo sido antes de Jaca consiguió traer algunas reliquias más del santo y actualmente reposan bajo el Altar Mayor de nuestra catedral. Su fiesta se celebra el día 15 de mayo, festividad también de san Isidro. Al fin y al cabo ambos se preocupan del campo, nuestro santo de los riegos y San Isidro de labrar la tierra. Auguramos buena cosecha.
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