Metafóricamente hablando

Va a ser que el amor se ha puesto de moda, otra vez

Arrojados al mundo como bolas incandescentes que se apagan anegadas en un mar de lágrimas

Arrojados al mundo como bolas incandescentes que se apagan anegadas en un mar de lágrimas. Arrullados en brazos de otros que nos precedieron en esta aventura, vamos tomando conciencia del mundo que nos rodea. Seres de luz, una vez que nuestros ojos se abren a la vida, absorbiendo cuanto se alza ante ellos, asumiendo el papel que por nuestra naturaleza entendemos que nos corresponde. Tenemos la impresión de caminar desde un punto de salida ignoto hacia una hipotética meta, sin conocer de antemano la distancia que las separa, y la vida pasa ante nuestra mirada atónita, unas veces a marcha lenta, otras con la velocidad del rayo, y las más, sin que nos demos cuenta. En estos pensamientos estaba inmersa, cuando después de leer las últimas noticias de los avances científicos que echaban por tierra cuanto tuvo por cierto desde su infancia. Ella, que pasó de puntillas sobre la teoría de la relatividad, tan lejos de entenderla como de la Antártida, ahora la acribillaban con teorías nuevas, imposibles de asimilar para su mente, educada en verdades absolutas. Cada día se sucedían noticias que hacían tambalear su concepción del espacio y del tiempo, incluso de sí misma. Se hablaba de la existencia de multiuniversos, de la inexistencia del espacio y del tiempo, de la conciencia como una reacción plenamente química… Y el alma, el corazón, la vida…? Dios mío, que tiempos más difíciles le esperaban! Su incomprensión del mundo que le rodeaba, progresaba inversamente proporcional a su inseguridad, del mismo modo que iba vislumbrando la meta en el horizonte. Como siempre que sentía tambalear su mundo conocido, se dirigió a la biblioteca, cogió un libro al azar, y comenzó a hojearlo: pasar las hojas le calmaba. Pasaba la vista por sus líneas, para de vez en cuando, pararse en aquella página que señaló un día, bien por haberle sorprendido, bien por haberle emocionado, o simplemente, por parecerle bonita una descripción. Nunca releía un libro completo, pero repasaba alguno de esos capítulos o frases que reseñó, y volvía a emocionarse. Esos versos de Neruda en los que hoy recalaba, le llevaron rápidamente al primer momento en que los devoró sorprendida de la fuerza que desprendían, "Veinte poemas de amor y una canción desesperada", el libro del que el autor se sentía menos orgulloso, según sus propias palabras, y posiblemente, los poemas de amor más repetidos del mundo. Por un momento estuvo a punto de entender eso de que el tiempo no existe, leyendo sus versos sintió exactamente lo mismo que cuando era adolescente. En la tele entrevistaban a unos políticos de nueva hornada: se confesaban enamorados de Andalucía, aunque era sabido que era un descubrimiento para ellos y para quienes los escuchaban, y pensó: no va a ser que el amor se ha puesto de moda, otra vez?

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