Estamos acostumbrados a hablar sin estudiar, a emitir una opinión previamente formada: no me extraña encontrar algún examen (de Matemáticas, no me refiero a otros…) donde se rellenan folios y más folios, sin ton ni son. Esa es la realidad: valoramos tanto dar "la" respuesta, que no entramos en la calidad de esa respuesta. Es tan importante sentir satisfacción "porque hemos respondido a una pregunta", que no entramos en la calidad de la respuesta en sí. Del mismo modo, el despistado creerá, al leer el título de esta columna, que voy a apuntar por dónde debería ir nuestra Europa en años venideros. Ese despiste se cura cantando: ¿recordamos aquel estribillo del "quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos"? Por eso, me parece realmente interesante rescatar el análisis del punto de partida del que arranca nuestra actual Europa que, para Benedicto XVI, se resumía en tres pilares: la cultura helenística, el derecho romano, y la fe católica. Si no aceptamos el de dónde venimos ni el quiénes somos, difícilmente podremos decidir, entre todos, el a dónde vamos. Porque son muchas las voces que contestan al reto de qué futuro queremos diseñar, pero pocas las que lo hacen desde la honradez de ser coherentes con la realidad.

El fallecimiento de Benedicto XVI es el de un Papa que supo enfrentar su tarea histórica asumiendo todos los riesgos y de quien supo dar un paso a un lado, precisamente cuando vio que era preciso que esta carrera (de relevos) la continuase otro nuevo Papa. Recuerdo con mucha precisión cómo de polémica resultó ya su primera conferencia como Papa, en la Universidad en Ratisbona: su claridad y contundencia no podía dejar indiferente a nadie (… y no entraré en el relato de los hechos, pues no hay espacio aquí…). Siempre fue una persona clave en los tiempos de la Historia de la Iglesia que le correspondieron vivir. Y siempre lo hizo, al menos, desde la autoridad de la Razón: clave tanto en los pasos adelante del Vaticano II como en las posteriores "desviaciones" que él pudo entender (desde la Teología de la Liberación, hasta la corrección al propio Papa Juan Pablo II en los comportamientos de la persona de Marcial Marcel). Una autoridad que él mismo ha sabido comprender que ha podido acarrear disgustos y daños, y por las que ha sabido pedir perdón en su testamento espiritual. Se va un Papa que nos dejó un testimonio radical: nunca te aferres a un cargo, DEP.

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