Desde mi experiencia

José Miguel Ponce

Profesor Honorífico de la Universidad de Alcalá

La adicción al trabajo

No es raro encontrar hoy en día a personas que padecen una especie de “adicción” al trabajo profesional. En los casos más graves se habla de “síndrome de workaholism”. Se trata de personas que experimentan una necesidad excesiva e incontrolable de trabajar incesantemente, repercutiendo en su salud, en sus relaciones familiares y sociales y en su equilibrio psíquico. Hay una gran diferencia entre trabajar concienzudamente y sufrir una adicción al trabajo. De vez en cuando, todos dedicamos más horas y esfuerzo al trabajo que a estar con los seres queridos o a descansar. Por ejemplo, empezar un nuevo negocio puede ser algo que requiera todo nuestro tiempo al principio. Un nuevo empleado puede invertir largas horas para causar una buena impresión al comienzo de un empleo. Estas son situaciones excepcionales en las que todos podemos encontrarnos en algún momento de nuestras vidas.

Los workaholics operan de esta manera todo el tiempo, utilizando su trabajo como vía de escape. Trabajar muchas horas no te convierte en un adicto. No obstante, si tus amigos o seres queridos te han censurado de negligente a causa de tu trabajo, o si has usado o abusado de tu jornada laboral para escapar de la intimidad o de las relaciones sociales quizá debas hacer un examen más detenido. La adicción al trabajo no consiste únicamente en ampliar desproporcionadamente la jornada laboral, sino que se manifiesta, sobre todo, en una forma de vivir e interpretar la propia actividad laboral. Por eso, lo realmente importante es la manera en que se afronta el trabajo, la capacidad o incapacidad de desconectar, así como la pericia para resistir la presión causada por la competencia de otras empresas o la presión de los jefes y compañeros. Aunque, en verdad, la presión nos la inventamos nosotros. Un riesgo añadido de la adicción al trabajo es su capacidad de contagio: su imposición a los empleados, poniendo en riesgo su salud, su bienestar y el equilibrio de sus familias. En los casos más extremos este síndrome puede constituir un verdadero trastorno, llegando a requerir la intervención de un especialista. En todo caso, es necesario que el interesado reflexione con profundidad sobre su proyecto vital y sobre el valor de las diferentes dimensiones de su vida.

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