
A la luz del día
Antonio Montero Alcaide
Zelenski se pone la chaqueta
Luces y razones
Así suele decirse, casi siempre con intención festiva o irónica, cuando alguien no hace una labor efectiva, no tiene cometidos propios o, si acaso, solo se trata de figurar, de aparecer, sin otro propósito que el de estar… de adorno. No es del todo así, pero tampoco quedan lejos las cosas, cuando los quehaceres se limitan a cumplir disciplinadamente lo ordenado, aunque no se comparta e incluso se discrepe de ello o se hayan mantenido posturas del todo contrarias. Estar de adorno, entonces, no es sino someterse, resignada o interesadamente, con una venda en los ojos o la nariz tapada, a fin de mantener puestos o privilegios de los que, en suma, se vive. También están de adorno todas aquellas disposiciones o resoluciones que, debiendo ser vinculantes, son evitadas o incumplidas ante coyunturas o estados de las cosas que las vulneran flagrantemente. Y asimismo, de algún modo, quienes, teniendo responsabilidades mayores para evitar despropósitos, no las asumen o se acomodan y cambian de criterio para justificarlos. Cuestión distinta son los adornos, que se ponen para dar hermosura o mejor parecer a las personas o las cosas. Sobre todo, si no resultan aparatosos, sino sencillos, como estas flores vestidas de color, que, además de embellecer el tránsito, parecen hacer más gratas las estaciones de los días.
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