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Antonio Ríos Luna

En bici por la Alpujarra

La Indomable, un buen test de cara al Ironman de Vitoria

12 de junio 2016 - 01:00

NUNCA había pensado en hacer una marcha cicloturista. Soy un poco miedoso pero sobre todo, soy autónomo. Me da miedo sufrir una caída en una montonera y tener un percance que me impida trabajar. Sin embargo, en esta ocasión decidí que sería un buen test de cara al objetivo del año, el IRONMAN DE VITORIA el 10 de julio. Así fue como me inscribí, aunque dudé entre la otra oferta deportiva del fin de semana, el Triatlón del Toyo. La balanza hacia Berja la terminó de decantar mi entrenador Ilde Román: "hay que acumular horas en la bici. El 70% de un triatlón de larga distancia es la bicicleta".

Toca madrugar un sábado. No me da pereza, lo hago toda la semana. El ejercicio mientras ves amanecer te llena el depósito del buen rollo para todo el día, sobre todo si los ritmos salen y la compañía también ayuda.

No he mirado si quiera el perfil de la prueba pero todas las personas con las que he hablado, ya sea para hacer la ruta corta (148 km) o la larga (casi 200), definen la prueba con un sustantivo altamente desconcertante y premonitorio: DOLOR.

Lógicamente y como neófito opto por la versión "corta". A las 7:15 de la mañana en Berja, el ambiente es el de las grandes pruebas. Decibelios de música cañera sin ninguna miseria y cientos de ciclistas, con maillots de multitud de lugares, desde Murcia a Granada, Málaga o Córdoba. También reconozco los colores de los clubes locales de bicicleta o triatlón.

Para ésta mi primera ruta en bici, le he pedido a mi amigo Emilio Baeza que me preste la equipación de sus club de atletismo-trialón, LOS ESPARTANOS DE EL ALQUIAN. Gente admirable y sencilla, sin dobleces, además de un gran amigo.

La salida tiene lugar en la avenida principal de Berja. Todo el mundo se hace su selfi correspondiente con los miembros de su club y también es mi caso. Me acompaña mi amigo David Gómez que correrá la corta y Pedro Vera con Raúl Molné que atacarán la larga, todos del Triatlón Ejido. Vienen, junto con Emilio Baeza, del completar un UltraMan. Para ellos, esta carrera es un paseo por el parque, comparado con la machada que completaron hace escasas dos semanas.

Salimos con ligero retraso y se producen los lógicos atascos de inicio. Lo importante ahora es no sufrir una caída tonta por lo que saco mi pie derecho del calapié y mis manos tensan las manetas de los frenos, a la vez que dejo distancia de seguridad con los corredores que me preceden.

De Berja salimos dirección Adra. Todo el mundo aprovecha los nervios de la salida para charlar con algún conocido que también corre la prueba. Entonces escucho "vaya piernas tiene el Dr. Rios". Me giro sorprendido y veo a mi amigo Fran García, intrépido locutor de Radio Ejido y solista de su grupo musical Mangas Verdes. Se ha reconvertido en un apasionado ciclista y aunque "llora" porque no ha entrenado lo suficiente, siempre luce la mejor de sus sonrisas.

Dejamos atrás Adra, La Rábita y Albuñol y comienza lo bueno. El "el puertazo de Haza del Lino", casi sin anestesia, enfilamos las primeras rampas. Se trata de tomárselo con calma. Es un puerto de primera categoría, largo y pesado, 27 kilómetros y con una pendiente máxima del 11% a lo que debemos sumar otro invitado a la marcha cicloturista, el calor. Comienza la selección desde el principio y se nota aquellos ciclistas que no llegan en su mejor momento porque su pedaleo no es fresco y a ritmo. Mi amigo David es mejor escalador que yo y los metros de asfalto entre él y yo cada vez son más numerosos, no en vano sus 70 kilos escasos no son mis 83, además, le encanta una cuesta, cuanto más dura y retorcida sea, mejor. Impongo lo que yo llamo ritmo tractor, ni lento ni rápido, mi ritmo, el que ya conozco de Velefique o Enix y con el que voy cómodo de pulsaciones, sabiendo lo que queda. Hace calor y humedad y veo como, gota a gota de sudor, la carretera se empapa del esfuerzo de estos imitadores de Contador o Valverde. Llegamos arriba y me agrada ver que el alcalde de Berja, D. Antonio Torres, está muy pendiente de todo, incluso de llamar a las asistencias cuando un corredor se siente indispuesto.

Los voluntarios se afanan en reponer bidones y ofrecer fruta y líquido con la mejor de sus sonrisas. Tengo que decir que ellos han sido lo mejor de la prueba, sin la más mínima duda. Atentos, serviciales y cariñosos con todo el que llegaba a los puestos de avituallamiento con la cara descompuesta por el esfuerzo. Una vez coronado el primer puerto de la jornada, kilómetro 60, parece que lo más duro ha pasado. La ruta corta y larga se separan en este punto.

Enfilamos la carretera en dirección a Cadiar. Es un continuo sube y baja que hace daño pero que nos da tiempo para admirar el paisaje de LA CONTRAVIESA. Qué espectáculo de campos florecidos al final de la primavera. Qué gran suerte tenemos en esta provincia con una variedad tan grande de entornos a pocos kilómetros de distancia. Conozco todos esos pueblos de oídas y de los pacientes que atiendo de aquella comarca. Hoy he tenido una clase avanzada de geografía de la Alpujarra.

Las rampas del puerto con final en Mecina Bombarón, hacen daño. Aunque es un puerto de segunda categoría, las rampas son duras y el cansancio acumulado se nota. Son 7 kilómetros con una pendiente máxima del 9% pero parece más duro de lo que es. El rosario de gente que se va quedando es interminable. A todo el que pregunto si sabe cuánto queda, me miran con cara de "para preguntas estoy yo ahora" y niegan con la cabeza. Sigo con mi ritmo tractor, no queda otra, hasta que por fin se termina.

De ahí hacia Ugíjar, pasando por Yegen. En todos los avituallamientos no animas diciendo que sólo quedan un par de kilómetros duros y que lo más duro está hecho. David se siente tan bien que ataca sin piedad a un bocata de lomo y huevo frito, como si fuera el último día de la humanidad. Yo no me atrevo; nunca he tomado un bocata así en una carrera, no vaya a ser que la estropeemos al final.

Tras pasar Ugíjar enfilamos hacia el pantano de Benínar. Es quizás la parte menos agradable al mezclarse la ansiedad de llegar con el cansancio, aunque las vistas son impresionantes. Una vez pasado el "arbolillo", ya todo es descenso. Ahí es cuando alcanzamos a Salva, de Recambios Victoria. Me extraña ya que es un escalador nato pero una inoportuna lumbalgia le ha mermado.

Rodamos juntos los últimos 10 kilómetros y en la recta de meta, me dice "quiero que crucemos la meta juntos" y eso hacemos; todo un honor compartir esos últimos kilómetros con una persona de su calidad humana.

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