Fernando Collado

Cansancio en flor

22 de abril 2025 - 03:08

Basta con salir un poco de la ciudad para comprobar la explosión de vida que trae consigo la primavera, potenciada este año por las lluvias con las que nos ha bendecido la meteorología. Tomillo en flor, margaritas y amapolas conforman una bandera tricolor sobre un manto verde que hoy adorna cada cerro de nuestra geografía. Pero la primavera no solo entra por los ojos: también se cuela por la piel, en forma de picores; por la nariz, que estornuda sin tregua; y por ese agotamiento difuso que muchos percibimos conforme se instala la estación. Nos cuentan que la primavera es renacer, alegría y vida. Pero, a veces, eso contrasta con esa fatiga que parece no tener causa y que acaba imponiéndose, discreta pero terca. No debemos sentirnos mal por notar cómo nuestra energía mengua justo cuando el mundo parece rebosar plenitud. Hay razones biológicas para ello. La luz aumenta drásticamente, tanto en intensidad como en duración diaria. Y con ella se alteran nuestros ritmos circadianos. La primera consecuencia: dormimos peor. El cuerpo, que venía acostumbrado al recogimiento del invierno, necesita su tiempo para adaptarse a estos nuevos compases. Por otro lado, la temperatura —aún inestable en estas fechas— obliga a una constante readaptación fisiológica. Frío a primera hora, calor en cuanto te descuidas y, en nuestra tierra, viento frecuente. Ese ciclo agota, qué duda cabe.

Entretanto, las alergias se abren paso con soltura. El polen no solo congestiona la nariz: embota la cabeza, distorsiona el sueño y genera una pesadez difícil de describir. Por si fuera poco, también hay un verdadero baile de neurotransmisores. La serotonina y la dopamina se alteran. Hay quien se siente eufórico, casi eléctrico, y hay quien se hunde en una melancolía suave, como una tristeza sin motivo.

Y en medio de toda esta tormenta, el cuerpo responde como puede. Con desgana algunos, con hiperactividad otros. Con falta de concentración o con una extraña mezcla de todo lo anterior y aún más. Pero tranquilos: no nos hemos roto, solo estamos en proceso de adaptación. Igual que el campo, nosotros también necesitamos nuestro tiempo para pasar del deshielo a la fertilidad.

Quizá la clave esté en no exigirnos sentirnos como dicta el calendario, sino en escuchar nuestro propio ritmo y seguirlo sin culpabilidad. No todo florece bajo el sol. Hay semillas que necesitan hacerlo a la sombra

stats