La cuarta pared

Con carburador Stromberg Downdraft

Esa dual sensación de orgullo y decepción al mismo tiempo

Es una sensación agridulce para mí. Y supongo que a muchos les pasará lo mismo. Cuando veo en el cine alguna película rodada en Almería sin ser Almería en la gran pantalla, siento una enorme emoción e ilusión y una irrefrenable necesidad de decir, "Esa es la playa de Mónsul", "¡La plaza de la catedral!", yo he estado ahí doscientas mil veces. Pero a la vez siento como que pierdo la magia y veo el trampantojo. Eso no es la ciudad de Mesina. ¡Eso no son los Alpes austriacos, sino el Puerto de la Mora! Es una mezcla que creo que en el fondo se neutraliza.

A mí me cuesta muchísimo cuando veo un western setentero, tomar conciencia de que la acción se desarrolla en el desierto arizónico, en Texas o Nuevo México. Soy incapaz de no reconocer la silueta de Sierra Alhamilla en el horizonte. Esa luz y ese cielo sin nubes me son tan familiares que cuando veo a Charles Bronson, mano firme preparada para desenfundar el colt con cara de pocos amigos bajo el ala de su sombrero tejano, casi le oigo decir "Queee socio, parece que refresca un poquillo, noooo?"

Aún recuerdo como si fuese ayer, un día de finales de los años 80, en el que estábamos en casa de un compañero de colegio en su casa de la calle Arapiles, asomados por la ventana y viendo como una inmensa grúa izaba un flamante Rolls Royce Phantom II para introducirlo por el interior del patio de la escuela de Artes. Se rumoreaba que estaba por aquí Steven Spielberg y que se estaba rodando nada más y nada menos que una película de Indiana Jones. Era algo que costaba creer. Todos los niños de la época ya sabíamos que en Almería se habían rodado películas del Oeste o hasta Lawrence de Arabia, pero nos sonaba a algo lejano. A batallitas del abuelo.

Aquello fue épico para mí. Y cuando un año después pude ver la película en el cine sin saber en qué momento sucedería, ni de qué manera, la escena del Rolls Royce, de 4.3 litros, 300 caballos y con carburador Stromberg Downdraft paró el tiempo para mí. Allí estaba el claustro de la Escuela de Artes, con sus dos reconocibles palmeras y sus galerías porticadas. Tal cual, sin adornos ni atrezzo alguno. Otra vez esa dual sensación de orgullo y decepción al mismo tiempo.

Cosa distinta deben de sentir o experimentar los habitantes de Nueva York, que es la ciudad en la que más películas se han rodado en la Historia., Nueva York hace de Nueva York. No necesita disfrazarse de Estambul, o de una ciudad siciliana.

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