El cronograma

11 de junio 2025 - 03:13

Todas las obras sangrantes tienen un vientre abierto y despedazado, como roturado por una yunta de bueyes gigantes. En todas partes hay obras, en todos sitios rompen partes de la ciudad para construir la ciudad nueva. Las pilas que asoman los hierros donde amarrarán las nuevas vías se ven a la salida de la ciudad. El Paseo tiene un nuevo cronograma. Los viandantes apenas reparan en el arado de asfalto o los tramos, blindados por las vallas, el centro de la calzada es un tramo ajeno. Los plazos, el calendario, el reloj pulcramente diseñado para cronometrar cada puesta de adoquín atrasa o adelanta. El átomo no pulsa, el cráter no se cauteriza pero la condena a los vehículos se cumple. El nuevo Paseo de ocres y sombreados trazos ya está dibujado en el futuro incierto, junto con los derrumbes de puentes, la demolición de reliquias tan añoradas, tan vividas, tan persistentes. Las molestas obras apenas molestan salvo por verlas por todas partes, con todos los cronogramas juntos, como si la ciudad nueva que está bajo las baldosas y el alquitrán surgiese del centro de la Tierra, como rocas metamórficas que empujan a las de arriba y se aplastan hasta salir pulidas y rectilíneas. Entradas y líneas amarillas, pivotes, señales, desvíos, pancartas, martillos neumáticos que rompen el cristalino de la calle y aplastan las viejos, nuevos, escombros de la ciudad que no servía para nada, miles de años de rumiar cambios, visionar paneles y reclamar sueños. De pronto todo se pone en marcha como un mecanismo ciego autónomo, como el Golem con una petición puesta en la boca. Bien mirado no se echa de menos el transitar limpio de la ciudad primaveral, donde todo es orden porque nunca era orden y nunca primavera. De los fríos vientos surgía el calor incómodo. Nunca hubo sombrero canotier ni pajarita, ni bastón, ni bigotudos abuelos, es el sueño de las viejas y falsas fotos. Acompaña siempre el regio mirar una brisa de balas, que no quieren que ningún lápiz esté quieto sobre la mesa de la terraza donde las ramas y las hojas evitan que el asesino sol destruya para siempre el momento de descanso. No dejamos de mirar zapatos, de tomar café insistentemente, de renegar de la lluvia inexistente cuando existe, fugaz, sombría como el desorden. Desaparecerán todos los kioskos de prensa, como los discos de vinilo, como las librerías y libros físicos. Cambiará la piel, se tejerá un nuevo manto.

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