La ciudad y los días
Carlos Colón
Vuelve la nunca ausente
Cultivar y cuidar plantas acaso sea una manera de expresar, más bien de aplicar, disposiciones que guardan alguna relación con las aptitudes e incluso con las aficiones, si estas se tienen como actividades o tareas que se realizan por razón del gusto y para beneficio de los ratos de ocio. Prestar atención a las plantas también es un sencilla forma de disciplina, un hábito cotidiano o una costumbre no practicada como rutina -la disposición perdería, con ello, su sentido genuino-, sino con cierto esmero y hasta con un protocolo de cometidos. Por tal razón, cuando la vida sorprende y altera las costumbres ordinarias, haciéndolas bastante más valiosas que en la infravalorada normalidad, es necesario buscar ayuda para que no alcance a las plantas, como a la vida misma, el contratiempo del abandono y el descuido. Este llegará, también, cuando el peso de la vida, y no los infortunios a destiempo, aminore las disposiciones, pero entonces no se tratará, realmente, de abandono o descuido, sino de adecuar las costumbres y los hábitos, y complacerá más ver cuidadas las plantas que cuidarlas, por la sencilla razón de lo que se pueda hacer y de lo que haya dejado de hacerse. Alegran y decoran las macetas esta fachada del hogar y anuncian la vida no solo por su vegetal muestrario, sino por los domésticos cuidados de quien vive cerca de ellas.
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