Ni es cielo ni es azul
Avelino Oreiro
Se adelantó el invierno
El confuso y difuso compromiso asumido por el PP tras su triunfal congreso del pasado fin de semana de que no gobernará en coalición con Vox en ningún caso hay que cogerlo con pinzas. En la práctica tiene la misma validez que el que asumió Pedro Sánchez ante de las últimas elecciones de que no aprobaría una amnistía para Carles Puigdemont y de que lo traería esposado a España para que respondiera ante la Justicia. Ninguna. En política más vale aplicarse la regla de James Bond, el agente 007 con licencia para matar: nunca digas nunca jamás.
Uno no duda de la firmeza de las intenciones de Alberto Núñez Feijóo ni de que va a defender con convicción tanto la inconveniencia de establecer un cerco que aparte a Vox de la vida política, el famoso cordón sanitario, como la necesidad de mantenerlo alejado del Ejecutivo. La sola idea de tener a Santiago Abascal incrustado en la Moncloa como vicepresidente debe provocar sudores fríos en el líder gallego y nublar con negros presagios sus sueños de vísperas triunfantes.
Pero una cosa son los deseos, por bien articulados que estén, y otra la realidad. Seguro que Sánchez cuando dijo que no habría amnistía estaba convencido de que era la actitud correcta y el deseo mayoritario de los ciudadanos. Luego se la tuvo que comer entera y con guarnición incluida. En el caso del PP y Vox, los antecedentes no dejan en demasiado buen lugar las actuales proclamas de independencia a toda costa. La Comunidad Valenciana, Extremadura o Castilla y León son sólo unos pocos ejemplos de que se hizo todo lo contrario de lo que ahora se dice. Y si nos remontamos un poco más en el tiempo, conviene recordar que, aunque Vox no quiso entrar en su Gobierno, en 2018 Juanma Moreno le abrió las puertas para posibilitar, con su apoyo, el cambio político en Andalucía.
La relación de las dos derechas en España está llamada a ser tan sustancial como conflictiva. PP y Vox se pueden aplicar aquello de la copla de que ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio. De lo que no cabe ninguna duda es de que los estrategas políticos de la calle Génova están cometiendo un error de bulto centrando en esta cuestión lo que debería ser la exposición de un proyecto de gobierno capaz de ilusionar a esos diez millones de españoles que tienen como objetivo. No va ser fácil y para todo lo demás, ya habrá tiempo.
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