Dormir tapado

12 de junio 2025 - 03:12

Existe un gesto que prácticamente todos repetimos cada noche, casi sin pensar: el de arroparnos. Nos cubrimos con una sábana, con una manta, con lo que haya a mano, aunque sea pleno agosto, vivas en Almería y el calor sea insoportable. Porque dormir destapado, por algún motivo que no es solo térmico, nos inquieta. Es como si el cuerpo necesitara no solo reposo, sino también un refugio simbólico, una piel extra que lo aísle del mundo.

Esa piel que nos acompaña cada noche no está tan lejos de las pieles arquitectónicas que envuelven nuestros edificios. Fachadas ventiladas, celosías o falsas fachadas que no solo nos protegen del clima, sino que también añaden profundidad, textura y significado. Así como una sábana no es solo un tejido, sino una promesa de cobijo, muchas paredes no son solo elementos constructivos, sino emocionales. Ambas construyen intimidad y abrigo; ambas median entre un interior vulnerable y un exterior imprevisible.

Observo a mi hijo, aún incapaz de pronunciar palabras, y que no sabes si llora porque tiene un eructo o porque le pica la pierna pero, al acostarle, uno siente la necesidad casi instintiva de taparlo. No por frío, sino como un acto reflejo de empatía. Como si ese fino saco contuviera cierto grado de protección que te gustaría que él también sintiera. Porque muchas veces, el acto de tapar o de proteger no se dirige al cuerpo, sino al alma. Y es precisamente esa misma pulsión la que invita a la arquitectura a envolver, a cuidar, a generar condiciones de sosiego.

Dormir tapado es una forma de ensayar cada noche nuestra relación con el espacio íntimo. Envolvernos para descansar es como delimitar un pequeño refugio dentro del refugio. Como el cuarto dentro de la casa, como la cama dentro de ese cuarto. Podríamos afirmar que algunas casas favorecen más el descanso que otras. Algunas te invitan a bajar la guardia, mientras que otras te mantienen alerta sin saber muy bien por qué. El material de sus muros nos transmite emociones como lo hacen las fibras de tu manta de Ikea. Las texturas no solo se perciben por la piel, también las sentimos con su mera presencia.

Dormir tapado es, en el fondo, un acto profundamente humano. Un ritual sencillo, cotidiano, casi invisible, pero cargado de sentido. Una arquitectura sin medidas que repetimos cada noche y que, tal vez sin saberlo, nos enseña lo que de verdad significa habitar

stats