Francisco

06 de mayo 2025 - 03:11

Con el papa Francisco ha pasado como con Obama en su momento, que causó sensación su estilo nuevo y, sobre todo, que fuese negro: ¿qué hacía un negro en la Casa Blanca? Tantos años de segregación racial en el país de la esclavitud moderna desembocaron finalmente en que un afroamericano fuese presidente. Pues con Francisco ha pasado algo parecido. Un cardenal argentino, es decir, de la otra punta del mundo, conocido por su acercamiento a los desfavorecidos por el sistema capitalista liberal –acusado de comunista, de hecho, por el neofascista Milei– y hombre llano, sencillo, alejado de la pompa y el boato de los papas anteriores. Sí, pero nada más. Gestos, frases más o menos oportunas, progresismo dentro de la Iglesia, que es mucho decir. Pero al final ha sido un papa más, cercado por la poderosa curia romana y por los protocolos de la corte vaticana. Que ha sido el más cristiano de los papas últimos, he oído. Puede ser. Pero no ha sabido liderar la denuncia de las injusticias sociales y las guerras, tanto las actuales, candentes, como las enquistadas en el continente africano. Un papa de gestos y frases, eso ha sido Francisco, progresista dentro de lo que cabe en la Iglesia católica, cristiano, claro que sí, pero preso del entramado funcionarial y político del Vaticano. Nada que ver con aquel que se enfrentó a los mercaderes en el Templo de Jerusalén correa en mano, aquel que comparó al rico con el camello imposible de pasar por el ojo de una aguja. Por supuesto, nada que ver con el que dijo “dejad que los niños se acerquen a mí” o aquello de “el que escandalizare a uno de estos pequeñuelos…”. A Francisco le ha faltado la decisión y energía que mostraba Juan Pablo II para hacerse con las multitudes, esa capacidad de convocatoria, ese carisma que debió aplicar a los problemas del mundo, a la injusticia social y económica, a la paz, a la moral en el sistema capitalista. Francisco no ha colmado las expectativas, ha sido una esperanza frustrada. Quedan, de su pontificado, muchísimos problemas que pudo resolver con energía y no los resolvió. Las iglesias siguen vacías, oscuras y tenebrosas tras los fastos de la Semana Santa. La presencia católica en los barrios marginados es solo institucional, mecánica. De todas formas, es de desear que el péndulo no vuelva ahora al lado conservador de Wojtyla y Ratzinger y el nuevo papa avance sobre los pasos de Francisco. Amén.

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