La mirada zurda
Antonio Guerrero
¿Puede una IA tener conciencia?
La nueva política del futuro concibe a las naciones como espacios de producción y riqueza, controlados por una élite que dirigirá la dirección de los acontecimientos, basados en la inteligencia artificial, gran tótem sacro santo, que todo lo sabe, todo controla, nos conoce mejor que a nosotros mismos, e indica el camino a seguir. Pero su rumbo no es totalmente autónomo, por lo menos al principio, pues tras ella existirá el gran controlador, que guía su lógica, fines, valores, metafísica e intereses. En ella se plasman los pensamientos y objetivos de la comunidad dirigente, siendo transformados a su antojo. Y el resto de los individuos, convertidos en masa, serán los productores, y sobre todo consumidores, pues el consumo será su nuevo trabajo. Hace cien años lo anunció Jünger.
Ya se perfilan en muchas sociedades esta situación de economía consumista, basada en la gestión de la granja, convirtiendo a sus habitantes en seres que generan ganancias. De ello se percataron los nuevos conglomerados de intereses delictivos, que conjugados con las nuevas empresas transnacionales, buscan el beneficio propio. Su táctica comienza ocupando puestos de control estatal, para dentro de las formas democráticas dirigir el entramado socioempresarial. La nación se convertirá en una gigantesca granja.
Se comienza con lo profetizado por Nabokov en su “Barra Siniestra”, mediante la conquista del poder por el Partido del Hombre Común, que pretende eliminar la diferencia de capacidad mental, la diversidad de personalidades, potenciando el hombre común, disuelto en la masa humana. Todos a una, pensamiento unidireccional, tal y como exponía en su libro “El hombre unidireccional”, de H. Marcuse. Tras la toma del poder, la sociedad se deslizará por los derroteros indicados en “Rebelión en la granja”, obra de G. Orwell, alcanzando una sociedad descrita por el mismo autor en su libro “1984”.
Pero tras estas elucubraciones, basada en la literatura, y podrían exponerse más autores y propuestas, subyace una realidad que se va observando en muchos países hispanoamericanos, que tiende a expandirse a la totalidad del espacio mundial. Las nuevas sociedades se convierten en Estados granja, donde las instituciones ocupadas por los grupos de interés, controlan a los productores-consumidores, mientras los componentes de los elegidos se reparten su botín, pagando su contribución a la cúspide dirigente.
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