La otra mirada

Ruth García Orozco

La idiotez de lo privado

10 de mayo 2013 - 01:00

COMO a mí me gusta mucho el significado etimológico de las palabras, su raíz y su sentido histórico, hete aquí que esta mañana me levanté con una espontánea inspiración: encontrar el de la palabra privado, tan de moda en estos tiempos y que se impone en los círculos políticos como el no va más frente a lo público. Vemos en primer lugar que se trata del participio del verbo privar, procedente del latín "privatus". Y si nos vamos a su raíz, esto es, al significado de dicho verbo, tenemos que las tres primeras acepciones, según el diccionario de la Real Academia Española, son los siguientes: 1. Despojar a alguien de algo que poseía. 2. Destituir a alguien de un empleo, ministerio, dignidad, etc. 3. Prohibir o vedar. De entrada, no me gusta mucho el matiz, pero seguimos profundizando en la etimología. Resulta que el adjetivo "privatus" proviene del griego "idios", que significaba lo privado, lo particular, lo personal. Con esta misma raíz, encontramos sustantivos como "idiosincrasia" ("Rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad") e incluso "idioma" (Lengua de un pueblo o nación, o común a varios"). Lo que no me esperaba era encontrarme también en esta familia la palabra "idiota". Sí, como lo oyen. El idiota originariamente era simplemente aquél que se preocupaba sólo de sí mismo, de sus intereses privados y particulares, sin prestar atención a los asuntos políticos.

Con el tiempo, pasó a convertirse en un insulto, dado que en la antigua sociedad grecorromana la vida pública era muy importante para los hombres libres, por lo que ser un "idiota", como persona preocupada sólo de lo suyo, derivó en la actual concepción, que la RAE define como "engreído sin fundamento para ello". La verdad, con la que nos está cayendo, está muy claro que pasar de lo público a lo privado es despojarnos a todos de algo de lo que poseíamos, llámense derechos que creíamos consolidados o beneficios que disfrutábamos y que nos había costado mucho tiempo y sacrificio histórico obtener. Y por mucho que se empeñen en explicarlo, no le veo la gracia o el sentido a los nuevos aires privatizadores. Me gustaría pensar, como en el origen de la democracia, que lo público, que es de todos, es mejor que lo privado, que es de unos pocos. Y quién sabe a qué niveles de idiotez tendremos que llegar para darnos cuenta de ello.

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