Medio siglo
Equipo Alfredo
Público y privado: el cuarto oxímoron
En física cuántica, el principio de incertidumbre dice que no podemos conocer al mismo tiempo la posición de la materia, la dirección y el momento de una partícula. Esa imposibilidad no es un error: es una ley natural. Hoy, esa incertidumbre es como una niebla salida del laboratorio que permea la sociedad.
Ayer me eché a la calle con la vaga esperanza de arrancarme del cuerpo esa niebla y pulsar el vivir de la gente. Caminé mi barrio, perimetrando las calles como si así pudiera ordenar mi interior. Noté el caminar bullicioso de los almerienses, entrar en el supermercado, comprar pan, fruta o pescado, con la misma expresión de derrota tranquila, casi resignada, que la mía, y salir del súper con más incertidumbre que al entrar.
La primavera terminó cargada de partículas políticas inestables, pero el verano ha arrancado con partículas cuánticas de ideologías enfrentadas, al borde del abismo y la confrontación. El Gobierno, sostenido con pinzas a una incertidumbre de resistencia; la oposición, lanzando partículas —dice— para “reparar los destrozos” de la colisión del Ejecutivo con sus propios principios, sin saber cómo repararlos, como en el Congreso del PP del fin de semana que la número decía desconocer “cuál es el propósito del PP”, su partido.
A estas alturas alguien le habrá explicado el popurrí de liberalismo y conservadurismo, que me recuerda la filosofía presocrática: el sí y el no a la vez, que deja el campo abierto para que VOX se convierta en la única certidumbre política posible.
A tanta incertidumbre hay que añadirle la paciencia argárica de los almerienses, cuyas partículas chocan, rebotan y se desquician en una constante colisión de incertidumbre que se abrió con las obras del soterramiento del AVE y la A-92, le siguieron las del Paseo, el proyecto Puerto-Ciudad y, por último, el anuncio de remodelación del Parque Nicolás Salmerón.
La gente observa una ciudad preñada de incertidumbre que no puede evitar, que no controla, o que no puede controlar, como la conexión de Almería con Andalucía, otra incertidumbre que no termina de llegar, más orientada a Murcia que a Andalucia. Yo diría que la vocación de los almerienses es, precisamente, la incertidumbre.
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